Cada generación tiene que escribir su propia historia

Con una niñez derramada en los ochenta, comenzó el deambular por la vida de una generación que se divorcio del discurso político oficial. Nuestra adolescencia pasó entre consignas de “Panamericano y Pa’lante” y Elián. En la escuela nos contaban las atrocidades del imperialismo y la manipulación que estos señores hacían de los medios de información. Nos relataban lo bien que íbamos y lo mal que estaba el mundo. A través de versos de Martí, Neruda y Vallejo vimos la realidad de un mundo que nos inculcaron podíamos cambiar. Nos enseñaron a dudar de lo evidente, a ser desconfiados: el enemigo podía estar en todas partes. Caupolicán y la revolución haitiana eran los hechos que mostraban lo real maravilloso, la mágica sorpresa de descubrir en lo cotidiano la simple heroicidad de los oprimidos. La revolución nos fue presentada como continuación histórica de las luchas del pueblo cubano por su libertad. Desde una postura maniqueísta y simplista se reducía su esencia a la lucha contra el imperialismo norteamericano. En aquellos momentos historia parecía ser sinónimo de memoria. Aprendimos a recordar lo que legitimaba la postura gubernamental.
Solo que cuando intentamos llevar a la práctica esto que nos decían, cuando quisimos ver con nuestros ojos, cuando intentamos ser actores directos de nuestras vidas: entonces descubrimos que formábamos parte de los oprimidos. I

En la pirámide política cubana estaba prohibida la disidencia, había solo una opinión verdadera y era dicha por una persona: el máximo líder y figura pública de la Revolución. ¿Por qué? Había que ser fuerte frente al enemigo común, el imperialismo Yanqui. Pero el adversario que el cubano de mi generación comenzó a percibir no era solamente el de las consignas del gobierno, sino además el estado mismo que nos dejo sin voz ni espacio. Nos percatamos de que los medios de comunicación no solo eran manipulados por los señores del norte, sino también por los compañeros del patio. La verdad que nos habían inculcado era tan de ellos, que no tenía cabida en una generación de cubanos que como nosotros creció con un discurso político demagógico que no lograba dar de comer a sus ciudadanos, ni les daba opciones dignas de vida, que vivía de la retorica y los reducía a peones de una política esquizofrénica, donde todo era dictado desde arriba. Comenzar a ver esa nueva dimensión de lo real dejo a muchos ciegos. El enemigo dejó de ser evidente, se despersonalizó; no estaba solo a noventa millas, sino también en nosotros mismos. Su figura pública era él que antes había afirmado querer construir una revolución para el pueblo y desde el pueblo. Lo paradójico es que los cambios se emprendieron fortaleciendo la centralización en una persona de poderes que debieran ser ejercidos por todos. Este hombre que se creyó todo, no será absuelto por la historia como afirmó en su defensa, pues se perdió en las marañas del ejercicio del poder. Pero él es sólo la figura pública, el sistema que lo sustentó es mucho más complejo, la muestra de ello es que continúa cojeando, aunque ya él no “está”. Reflexionando todo esto, la historia dejo de ser un mero ejercicio de memoria. No se trata de acordarse del descubrimiento de América sino más bien de ser conscientes como la construcción de estos hechos históricos son el reflejo de relaciones de fuerza. Si los españoles hubieran sido vencidos por los aztecas e Incas, no habría habido descubrimiento de América. La comprensión de la historia que se queda en el mero hecho y no logra captar la dimensión dinámica que se abre en la relación del sujeto de la historia y la historia misma, no me servía para entender mí realidad. Desde entonces no quiero que nadie me la cuente, al fin y al cabo podemos hacerla.
La construcción de la historia es un momento inseparable de la constitución político-social de los distintos grupos sociales que a su vez la validan como verdadera. Es por ello que escribirla no es una tarea meramente académica, sino también práctica, que encuentra su esencia en la dimensión cultural hegemónica que está indisolublemente atada a cambios políticos, sociales y económicos. La historia ya sea oral o escrita no es solo la trasmisión del saber acumulado de una generación a otra, es también el momento de constitución de los nuevos sujetos históricos, de su imaginario social, a partir del cual comienzan a construir su identidad. La apropiación histórica es por consiguiente la necesaria crítica de la herencia recibida. A la historia que nos enseñaron le faltábamos nosotros. Nos sirvió para comprender la necesidad de escribirla nuevamente, para no perder de vista que mientras los leones no tengan sus propios historiadores, los libros de caza continuaran glorificando al cazador.

2 comentarios sobre 'Cada generación tiene que escribir su propia historia'

  1. 1979:

    “cool kids never had the time” decía el pronosticador del clima Billy Corgan. Cada generación tiene un jukebox, una bebida, un video. Los errores: los comentamos todos. Para nuestra mala fortuna sólo existe en la tele el delay: cuánta falta nos hace aplicarlo a la Historia. Puta Historia, si pudieramos violarte, serías la más budista de todas las señoras infielas, pero conocemos las reglas, no podemos ser mejores de lo que ya hemos sido, para todo lo demás existe Mastercard.

  2. 1979:

    “cool kids never had the time” decía el pronosticador del clima Billy Corgan. Cada generación tiene un jukebox, una bebida, un video. Los errores: los comentamos todos. Para nuestra mala fortuna sólo existe en la tele el delay: cuánta falta nos hace aplicarlo a la Historia. Puta Historia, si pudieramos violarte, serías la más budista de todas las señoras infieles, pero conocemos las reglas, no podemos ser mejores de lo que ya hemos sido, para todo lo demás existe Mastercard.

    SpanDeutsch (Barbara):

    1979:

    “cool kids never had the time” sagte der Wettermoderator Billy Corgan. Jede Generation hat eine Jukebox, ein Getränk, ein Video. Die Fehler: wir erzählen es alles. Zu unserem Unglück gibt es nur im Fernsehen das delay: Wie viele Fehler kann man auf die Geschichte schieben? Geschichte, du Hure, wenn wir dich vergewaltigen könnten, wärst du die buddhistischste aller untreuen Frauen, aber wir kennen die Regeln, wir können nicht besser sein, als wir damals waren, für alles andere gibt es Mastercard.