La Historia es casi siempre un mal ejemplo

(c) Emma Braslavsky

Yo misma he vivido dos países (dos posibilidades de construir una sociedad). Contando los países en los que mis familias, hasta la generación de mis padres, han vivido, serían cuatro; por tanto, ¿de la Historia de cuál de mis cuatro países debería escribir? Si he aprendido algo de la aparición y el hundimiento de los sistemas sociales que define a mis familias y mi propia historia de cuatro dimensiones, sería esto: la Historia pasa. Y si hay algo a lo que nuestra historia vuelve, es a las guerras, a los conflictos, a las crisis económicas, al hambre, a la pobreza, a las exterminaciones, destierros, genocidios, represión, a los bautizos obligatorios y a las persecuciones. En la Historia de cada país de este planeta. Nuestra Historia Mundial nos habla ostensiblemente, si bien por fortuna no sólo de eso, de grandes fracasos de la política y de errores colectivos.

La Historia es casi siempre un mal ejemplo para la formación social de las próximas generaciones. En mis dos primeros libros me acerqué literariamente por primera vez al material histórico (hasta entonces me interesaba casi en exclusiva por el futuro). Escribí ambos libros sobre la generación de mis padres, uno en 1969 y después en 1982. Un pasado cercano, lo suficiente como para conocer algo sobre la naturaleza de mi historia. Quizá un vanidoso acto de autopercepción. Al terminar mi segundo libro, y con él esta bilogía sobre la gravedad y la ingravidez de la memoria, volví a leer la historia tras de mí: porque dudo que uno pueda aprender mucho de las experiencias ajenas. La psicología también lo duda, la historia del mundo lo certifica. Ningún monumento contra la guerra, ningún conocimiento sobre el exterminio de masas ha podido hasta hoy evitar una guerra. ¿Nos sirve de algo el conocer tanto sobre sucesos pasados? ¿O es que la Historia nos enseña demasiado claramente, cuántas veces hemos fracasado y cómo el ser humano ha tratado de construir sociedades poniendo en evidencia que no tiene ni idea de quién es? ¿Quién es el ser humano y cómo debe vivir? La Historia no ha podido darnos una respuesta a estas preguntas. Y mientras no tengamos una respuesta, muy probablemente volveremos a fracasar una y otra vez.

(c) Emma Braslavsky

¿Cuál sería entonces el aspecto de mi país actual (Alemania, siglo XXI) según su historia? Nos protegemos con todo nuestro empeño, y con toda la razón, de no repetir lo pasado. Los miedos conforman nuestro día a día, muchos no se atreven a llegar al límite. Cualquier forma de ambición se vigila con escepticismo, y no pocas veces es castigada. Teniendo en cuenta el desarrollo de nuestra historia, es psicológicamente explicable y comprensible. Por tanto, una pregunta totalmente hipotética: ¿cuál sería el aspecto de mi país actual si se hubiera organizado en relación a la proyección del futuro? ¿Si no sólo se pudiera comparar retrospectivamente? ¿Si no siempre pudiéramos decir que hoy nos va mejor que ayer? El modelo sería otro. El talante podría ser otro. A lo mejor nos relacionaríamos de otra manera. Esto también lo prueba la psicología. ¿Por qué no lo hacemos? ¿Por qué la política no irradia eso? ¿Somos simplemente demasiado indolentes, estaremos demasiado deprimidos por la rotundidad de la Historia? ¿O nos frena tanto conocimiento de la Historia hasta hacernos débiles y cobardes? Pongo en cuestión el papel predominante de la Historia en el aprendizaje y el desarrollo de nuestra sociedad. No es que uno no pueda aprender nada de ella, es que ahora estamos aquí. La Historia certifica, como al principio o también a mitad del siglo XX, que una sociedad puede atravesar verdaderos desarrollos si uno deja de lado la propia Historia y los estados de ánimo de sus propias raíces. Y si eso nos enseña algo, es todo aquello que todavía no hemos intentado. Todo está por hacer.

Traducción:

Ralph del Valle

4 comentarios sobre 'La Historia es casi siempre un mal ejemplo'

  1. Hola Emma, concuerdo contigo en que todo está por hacer, y de que actuamos bastante movidos por el miedo en las sociedades contemporáneas no cabe duda. El miedo ciertamente paraliza y lo peor, muchas veces nos hace voltear el rostro, mirar hacia otra parte. Y si es cierto que no debemos concentrarnos demasiado en las sensaciones o huellas que ha dejado sobre nosotros la propia historia, también lo es que necesitamos de ella, puesto que no nos habla sólo del pasado. La historia depende de quién la cuente, como afirmo en mi post para referirme al caso de mi país, y lo que nos afecta o frena no es conocer el pasado, sino conocerlo de una manera errónea. Si es cierto que no se puede hablar de la historia sin hablar de manipulaciones, de ficciones instituidas, tal y como todos hemos escrito en nuestros textos para este blog, el relato del pasado es fundamental para la conformación y el análisis de nuestro presente, e incluso para la proyección de un futuro. De ahí que lo más importante quizá sea cuestionar cómo se escriben esos relatos -y esto nos dice mucho de nosotros mismos-, ya que esas narraciones son redactadas en el presente. Lo fascinante de la historia es cómo nos habla de quiénes fuimos sido, pero más que nada, nos habla de quiénes somos.

    A propósito, también me encantaría leer tus libros, quizá podamos hacer algún intercambio.

  2. Danke für die Kommentare, Lara und Lizabel!
    Lizabel, wenn es richtig übersetzt ist, dann haben Sie schon eine wichtige Korrektur im Blick auf die Vergangenheit getan: Sie sprechen von Geschichten und nicht von Geschichte. Natürlich baut alles auf dem anderen auf. Verkettungen sind gut, aber auch fatal. Geschichtsbilder können den Handlungsraum einschränken, weil sie unsere Wahrnehmung auf die Welt lenken.

    Ich könnte viele Geschichten aus meiner Kindheit erzählen, ich könnte von unserer Waschfrau erzählen, die fünf Jahre lang, die große Wäsche (Handtücher, Bettwäsche) für 3 Wohnhäuser gewaschen hat. Ich könnte davon erzählen, dass alle glaubten, sie wäre eine untergetauchte RAF-Terroristin, die es sich in der DDR gemütlich gemacht hatte. Ich könnte davon erzählen, wie die Männer in ihrer Waschküche, die im Keller unseres Hauses lag und über einen separaten Eingang zu erreichen war, aus und eingingen, wie die Postfrau, die im hölzernen Posthäuschen in unserem Garten arbeitete, darüber stinksauer war, weil sie ihr die Liebhaber abspenstig machte. Beide begannen einen Wettbewerb um die längsten und rotesten Fingernägel … Und beim Erzählen dieser Anekdoten fühle ich wie viel Bedeutung sich aus dieser Geschichte für mich selbst ergibt. Sie ist integrativer Bestandteil meiner Selbstwahrnehmung. Zum Glück, eine heitere Geschichte. Aber in diesem Bild stecke ich nun auch.

  3. dir emi (como decir: dir prudens):

    coincido contigo cuando coincides con micky (ey mick): la historia es un estado de ánimo. y el estrado del ánimo de la historia es parecido a una relación de pareja que ya no se ama pero que no puede renunciar a la vida juntos. Se niegan a vivir por separado.
    La Historia es una novia amarga. No podemos divorciarnos de la Historia. Y vivimos el revisited infinito, y el repeating, y el reloaded, y cada vez más nos sumimos en el apartheid de la mente. No somos un proyecto de la Historia, como la Historia no es parte de nuestro proyecto.