Bogotá

Bogotá era conocida a mediados del Siglo XX como la Londres de los Andes y efectivamente se ve así. Hay barrios enteros que podrían estar en otro continente y el clima lluvioso de noviembre, acompaña perfectamente la arquitectura.
Es una ciudad preciosa, llena de bibliotecas y librerías, que ha quedado en la memoria por otras razones. Es imposible pensar en Colombia y no pensar en las FARC, la guerrilla que tiene dividido al país desde hacen más de cuarenta años o no recordar a Pablo Escobar, el capo de la cocaína de todos los tiempos. Esa otra realidad que hasta no hace mucho hacia de ese país un lugar difícil de habitar, donde se decía, a principios de los años 90, que la causa más común de muerte era una bala perdida.
En nuestro viaje llegamos a Bogotá un par de días después de que Alfonso Cano fuera asesinado por el ejército de ese país. Llegamos a una capital dividida, en la que algunos festejaban la muerte de uno de los jefes guerrilleros más perseguidos por el gobierno y las Fuerzas Armadas, mientras que los otros con tristeza, renegaban por el fracaso del diálogo. Hay gente que piensa que no es posible que el país llegue a la tan ansiada paz, a través de las armas. Otros, como el ex presidente Álvaro Uribe, que creen que la paz está supeditada al exterminio de los insurrectos. Hay otros, que están aburridos de la dicotomía a favor o en contra y que no soportan el bipartidismo que caracteriza al país.
No podemos decir que hayamos entendido Colombia, sólo podemos decir que en nuestro afán de encontrar voces distintas, hemos sido capaces de escuchar de primera mano todas las posturas y de conocer a personas increíbles. Además de los autores que nos acompañaron en nuestras actividades Giovanna Chadid y John Jairo Rodríguez, pudimos conocer al editor Esteban Hincapié y a Cristian Valencia, el cronista de la capital, un escritor de raza, que nos llevamos en la maleta con mucha admiración y que sólo podemos recomendar a todos nuestros lectores.

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