¿Hay alguien ahí?

¿Quién soy? ¿Determina esa pregunta la manera en la que convivo con los otros? Quizá, aunque a través del Internet, quién soy se relativiza mucho más de lo que nosotros mismos podamos prever. Es lo que trae consigo la posibilidad de que crear a nuestros avatar y lo que deja tras de sí, la celeridad de la palabra escrita. Dejamos una huella indeleble. Todas nuestras personalidades quedan gravadas, todas nuestras reflexiones, nuestros desamores, nuestras desavenencias.

Algún curioso puede poner nuestro nombre en Google y el buscador lo remitirá a una serie de páginas web y a imágenes de nosotros mismos. A los fantasmas que sonríen desde las fotografías de una infancia compartida con personas con las que, tal vez, ya no tengamos nada de que hablar.

Antes, cuando al mundo todavía lo separaban montañas infranqueables, los seres humanos nos veíamos restringidos a un cierto número de personas. A menudo nuestras vidas transcurrían entre las mismas caras. A menudo los seres humanos no teníamos más remedio que asumir nuestro destino, definido por nuestro sexo, nuestro poder adquisitivo y nuestro nivel cultural. Un forastero era visto y recibido como un absoluto fenómeno y alguien que pudiera contar algo sobre países lejanos, era un erudito, si tenemos que creer lo que dice Teodorov en las Morales de la Historia.

Ahora en cambio, comunicamos permanentemente con otros países. Cuando encendemos el ordenador se abre el mundo y a través de la red, buscamos a nuestros coetáneos en los rincones en los que se han escondido. La ficción en la que vivimos nos hace creer que somos iguales y que no existen fronteras y sin embargo, el mundo globalizado como tal, definitivamente no está abierto. Eso lo sabe cualquier latinoamericano que quiera abandonar el continente. Eso lo sabemos los extranjeros extra comunitarios que vivimos en Europa, nuestro derecho a la movilidad está siendo como nunca controlado y restringido. Eso lo saben también las mujeres europeas, que en la vida real a pesar de todo el discurso políticamente correcto, siguen ganando menos que sus compañeros y cumpliendo, igual nomas que las latinas, con una doble jornada laboral. Lo saben los extranjeros, que tienen que convivir con los prejuicios que se ciernen sobre sus lugares de origen. Lo saben los indígenas, que intentan luchar por sus derechos, también desde la red.

¿Se parece el mundo real a las series americanas que vemos por televisión? No. Muchas veces la multiculturalidad es algo que se queda afuera, cuando cerramos la puerta de nuestras casas y volvemos a internarnos en lo que se supone que es real, porque es nuestra verdadera vida y sin embargo, en esa realidad, ahora construimos personajes que nos representan en el mundo virtual. Ese espacio en el que puedo ser del color y el sexo que quiera, de la clase social que más me apetezca, de la inclinación política que considere pertinente.

Las nuevas tecnologías nos permiten acceder a sucedáneos, podemos comunicarnos con nuestros parientes en tiempo real e interactuar con ellos a partir de la web cam. Podemos buscar a esa persona predestinada para nosotros, hasta en el último rincón del mundo. Podemos educarnos, informarnos, autoeditarnos, ponernos de acuerdo para hacer una revolución. Online soy un ser humano pleno, como personaje de ficción. ¿En qué medida afecta la ficción, esa proyección que hacemos de nosotros mismos, nuestros contextos? En julio nuestros autores reflexionarán sobre distintos aspectos de la convivencia en el mundo real. Ese que gracias a la red cada vez tomamos menos en cuenta, en sus verdaderas posibilidades y limitaciones.

¿Quién vive cómo, con quién? Esa es una pregunta que nos hacemos con frecuencia en Los Superdemokraticos, porque nuestro modelo de interacción lo hemos copiado de las calles del barrio en el que vivimos. El Aleph que nos ha tocado en suerte, como lo define Borges: esos tres centímetros en los cabe todo el universo, es conflictivo. El país que lo contiene, no hace más que publicar titulares sobre todas las cosas que aquí no funcionan bien y sin embargo, como sujetos, indistintamente de las preferencias sexuales, idiomáticas, raciales, políticas, de clase y la pobreza, probablemente en pocos lugares de la Europa contemporánea estamos tan cerca de ser como realmente queremos, todos los sujetos que habitamos aquí. Es posible que los antiguos no hayan tenido Internet, pero los seres humanos siempre hemos construido Babilonia.

Nosotras transmitimos desde Kreuzberg. Cambio. ¿Hay alguien ahí?

3 comentarios sobre '¿Hay alguien ahí?'

  1. Viktor dice:

    Schöne Grüße aus Friedrichshain!
    Irgendein Internet-Philosoph hat ja mal gesagt: Das gute Neue ist, (fast) jeder hat nun die Möglichkeit sich über das Internet mitzuteilen, es ist dann eine ganz andere Frage ob das auch jemand wahrnimmt am enderen Ende … (Wer war das nochmal, der das gesagt hat??)

    SpanDeutsch (Adri):

    ¡Saludos desde Friedrichshain!
    Algún filósofo del internet dijo alguna vez: La buena nueva es que (casi) todos tienen ahora la posibilidad de comunicarse a través del internet. Claro, otra cuestión es si alguien a la final se da cuenta de este hecho……….. (¿Quién fue el que lo dijo?)

  2. Marie F. dice:

    Aquí presente! Sendend aus Mannheim/Internet und immer wieder begeistert diese Seite lesend. 😉

    „We now live in two parallel worlds, one made of atoms, the other made of bits.“ ~ H. Couclelis ~

  3. Hi Marie… wir freuen uns auf dich in Mannheim. Würden gern hin 🙂