¡Escuchemos a Haydn!

A un amigo que hace poco moderó un evento, donde estaba presente tout Berlín, le preguntaron reiteradamente por la persona que escribe sus ponencias. Aparentemente es usual, en círculos de alto rango, externalizar el intelecto. Están, por un lado, los representantes que personifican el pensamiento de otro y, por otro lado, aquellos que bien se les paga por pensar, pero no por representar. Eso significa que uno de los roles de los intelectuales es no tener un cuerpo público.

El rol de los intelectuales es leer mucho. Claro que: el intelectual también (y ante todo) debe escuchar radio. Y leer muchos periódicos. Por estas dos cosas no le pagan. El intelectual tiene que ir a cine. Hoy gané dinero por entregar la descripción de las especificaciones gráficas de un blog que la emisora, que tuvo la amabilidad de ofrecerme un contrato relevante para mi seguridad social, quiere gestionar a partir del 17 de octubre. Llegué al atardecer a casa y reservé los puestos de avión y de tren, le di a las instituciones que me invitaron, la información sobre los costos previstos para mi presentación y mi viaje, intenté calcular una ruta económica para poder leer el lunes por la noche en Munich por 300 Euros, el martes poder trabajar en la emisora en Berlín desde las 10 de la mañana y el miércoles en Espira a las 11 a.m.  decidir junto con un jurado sobre el ganador de un premio, para luego el jueves estar de nuevo a las 10 de la mañana en la emisora. Metí nuestro nuevo libro en un sobre y le pedí a una amiga traductora que hiciera la presentación del mismo, estoy frente a la duda de si dicto un seminario de 4 horas, que había cancelado a causa de los bajos honorarios, pues quienes me invitaron me aseguraron que podría hablar únicamente por una hora y media, yo tengo absolutamente claro que el problema es el tiempo, desde hace semanas no tengo tiempo, desde hace semanas cancelo textos que había prometido, porque me asusta la perspectiva de que los textos hechos de prisa, se queden colgados en la red por más tiempo que mi vida misma (a no ser que el servidor estire la pata). Yo no soporto la supresión del núcleo temporal de las afirmaciones (ver el artículo de Adorno sobre el ensayo), que hace de la disponibilidad general, sólo una presunta abundancia. Estoy en contra. Ya he dicho públicamente en repetidas ocasiones que abogo por una red olvidadiza. Más sobre la palabra clave: El terror de la simultaneidad. Cito a continuación mis notas de una mesa redonda, dirigida por Klaus Heinrich y Urs Jaeggi en septiembre en Literaturhaus Berlin (La Casa de la Literatura en Berlín). La labor del artista consiste en defenderse a sí mismo y a la sociedad de la intemporalidad y la inespacialidad, sobre todo en la era digital. ¡El análisis necesita de la distancia! No se puede llevar a cabo un análisis en la simultaneidad de los eventos. Siguiendo con Heinrich/Jaeggi: la simultaneidad del todo es una promesa mítica, una forma de la mística del mercado (tener todo siempre, cuasi orquestralmente). Ergo una mística útil para el mercado. Aferrarse al tiempo y al espacio en las artes es la gran empresa vital en la que todos tenemos que participar, y, como lo dijo Klaus Heinrich, que por favor tenga tanto éxito como sea posible. (¡aplausos!) ¡Mientras sigamos siendo animales! ¡dijo Klaus Heinrich!. Quiero apoyar esto, a cada momento. Y entretanto: ¡¡¡ESCUCHEMOS A HAYDN!!!

 

Traducción: Natalia Guzmán Díaz

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