El intento de no quejarse más …

o un paso más hacia la integración.

Para empezar, aquí llueve todo el tiempo, todo el verano hace frío y me la paso siempre extrañando el sol. Quejarse del mal tiempo es algo muy común en esta tierra, y así me uno a la mayoría- sólo con el fin de la integración absoluta.

Hay también otras cosas de las que podría quejarme, por ejemplo sobre la manía por lo saludable, de ser jóvenes, de ser productivos, el delirio del trabajo, del anti placer, de tener remordimiento de conciencia crónico, el delirio del ahorro, el de ser padres cool, a la moda y al mismo tiempo súper postizos y tensos, el delirio de la integración, el de lo  exótico, el delirio de encontrar problemas en donde no los hay y… se me podrían ocurrir otros delirios más sobre los cuales quejarme, pero a lo mejor no serían sólo específicos de Alemania, sino que haría con esto un resumen de los delirios occidentales que nos rodean, de los cuales nos quejamos y a los que todos a la final nos entregamos a la fuerza.

Pero para decir la verdad quería escribir sólo cosas buenas. ¿Estaré ya tan bien integrada que lo primero que se me ocurre son cosas malas? Por ejemplo: Yo estaba aparcando mi bicicleta cargada de las bolsas de la compra, y mientras trataba de alguna manera de mantener el equilibrio, se me cayó la bici y la dejé ahí tirada en el suelo. Una mujer que pasaba en ese momento me gritó: “¿Le llama integración a echar bicicletas ajenas al suelo y no recogerlas?” (Lo que me dejó más atónita de todo, fue cómo pudo adivinar mi origen cultural, geográfico o el que sea. Bueno, no soy exactamente una rubia de ojos azules, pero el cómo pudo determinar mi grado de integración por mi apariencia, es para mí un misterio.)

O de las lecturas en que los asistentes siempre quieren saber dónde aprendí alemán. (A este tipo de lecturas voy como escritora de la lengua alemana.) De las oficinas administrativas donde se me aconseja casarme con un alemán para no tener más problemas con la visa. De funcionarios de aduana que ordenan mi detención porque no me quiero dejar ofender por ellos en la ventanilla del aeropuerto. De arrendadores que no me quieren dar un apartamento, porque no conocen el país de donde vengo, que igualan ser un artista con tener un estilo de vida asocial y que no pueden pronunciar bien mi nombre. Bueno, pero sería injusto. Sería asimismo injusto, porque yo, en esa situación, cometería el mismo error que nosotros los extranjeros con voluntad de integrarnos les sacamos en cara a los alemanes. El gran error de seleccionar, pues a nosotros los humanos nos encanta seleccionar todas las cosas. Nosotros decimos: Los alemanes no entienden esto, los alemanes dicen: ustedes no quieren entender y así sucesivamente, y aun así nosotros seguimos viendo talkshows, seguimos escribiendo informes y leyendo libros sobre nuestros problemas de globalización y de integración, sobre nuestro choque cultural, sobre la imposibilidad de una unificación de lo distinto en un todo armónico.

Llega un momento en el que uno convirtió sus características orientales en características occidentales, (o al revés, o uno ya no puede diferenciar las unas de las otras, o…)  llega un momento en el que uno le deja de prestar atención a las preguntas de sobre cómo uno aprendió alemán y uno ignora las preguntas sobre el plato típico del país de origen, llega un momento en el que uno por su apellido ya no dice disculpándose: sí, mejor se lo deletreo. Pues sucede que uno conoció en algún momento personas a las que uno ha aprendido a querer con sus maneras orientales, occidentales o tal vez sólo con sus maneras humanas. Pero con toda la globalización y choque cultural que se quiera- ¿No tenemos todos a la final nuestros continentes, planetas, países y ciudades? ¿No tenemos todos nosotros nuestras tradiciones, rituales y nuestras recetas para la vida? ¿Es en realidad tan deseable ese intento de reunir todo aquello que represente así haya una pequeña posibilidad de conflicto? ¿Tengo que darle realmente explicaciones a alguien de por qué no tenía ganas de levantar mi bicicleta del suelo?

Tal vez sí. Tal vez debí haber dicho: “Sabe usted, hoy tuve una mañana de mierda. Tal vez usted tuvo un día aún más de mierda que el mío, lo cual la motiva a hacer ese tipo comentarios. Tal vez no se siente usted muy bien a pesar de hacer una terapia y yoga. Tal vez se siente usted infeliz, solitaria, sin perspectivas, tal vez debería usted entrar un momento y le hago un café o un té y tal vez hasta nos sentimos ambas después un poquito mejor…”

Tal vez debí haberlo dicho… y tal vez nos habríamos tomado un té o un café y no nos habríamos ofendido la una a la otra. Tal vez ella me hubiera recomendado un buen instructor de yoga que me hubiera ayudado con mis problemas de espalda o me habría recomendado un sicólogo con el que podría hablar sobre mis intentos de integración. Tal vez. No lo sé, sólo puedo esperar que así hubiese sido. Y hacerme el propósito de quejarme menos sobre el clima…

Traductora: Adriana Redondo

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