Por qué un bombardeo de poemas

Los bombardeos de poemas son un proyecto llevado a cabo por el colectivo chileno Casagrande, que consiste en lanzar cien mil poemas de 80 autores contemporáneos desde helicópteros sobre ciudades que han sufrido bombardeos aéreos en el pasado. Hasta el momento el proyecto ha sido realizado en las ciudades de Santiago (Chile, 2001), Dubrovnik (Croacia, 2002), Guernica (País Vasco, España, 2004), Varsovia (Polonia, 2009) y Berlín (Alemania, 2010).

Meditando luego de ver “Let the right one in”, me acordé del ex jerarca norcoreano Kim Il Sung. La película me había sorprendido por el enfoque hiper realista con que aborda el género del vampirismo. Puesto en la perspectiva del protagonista, que era un monstruo, empaticé con él y deseé que cometiera las peores atrocidades. Puede parecer tonto, pero mientras caminaba de regreso a mi casa, reflexioné mucho sobre esas decisiones morales que había tomado durante la película, por miedo a que hubieran revelado aspectos negativos de mí mismo, habida cuenta de que si bien la historia era ficticia, no sucedía otro tanto con mis sentimientos. No llegué a ninguna conclusión, es decir, puede que sea una mala persona, pero sí encontré interpretación, después de tantos años, a las imágenes que transmitían las agencias noticiosas desde Corea del Norte cuando murió Kim Il Sung: había personas gritando, llorando y sufriendo convulsiones en plena calle, o golpeándose la cabeza contra las ventanas de los buses. En un principio me pareció que estaban todos locos, pero en realidad (descubría ahora) lo que pasaba con esa gente era que no habían salido del cine. En mi caso, así como tuve libertad para aceptar los códigos morales que una buena película de vampiros me ofrecía, la tuve para dejarlos en ese lugar, y recuperar mis antiguas opiniones una vez fuera de la sala. Esa libertad no la tienen los habitantes de Corea del Norte; ellos viven dentro del cine.

La película que proyectan los partidos de gobierno en los países donde no hay elecciones está destinada, como se sabe, a justificar su permanencia en el poder. En virtud de ello la historia nacional es reinterpretada como la épica que condujo al actual estado de cosas, y surgen rituales para venerar a un nuevo panteón de héroes-protagonistas de la épica. Como resultado de la ficción nace una nueva realidad, las personas aprenden a vivir de otra manera, y cuando muere el “amado líder”, “querido jefe”, o como quiera que se haga llamar el querido líder, se retuercen en la vía pública como si se hubieran intoxicado con ají.

La ficción crea realidad de muchas otras maneras. Diversos estudios han demostrado, por ejemplo, que el rendimiento escolar depende en gran medida de las expectativas de los docentes. Un profesor que opina que su alumno no va a progresar tiene el poder de convencerlo de eso y convertirlo en un adulto mediocre, y lo mismo ocurre a la inversa. En resumidas cuentas, la ficción del profesor se convierte en la realidad de sus alumnos, como si la actitud de uno definiera la órbita estricta en que se moverá el otro.

Sobra decirlo, también los automóviles y los cuerpos celestes siguen órbitas estrictas. Todo lo que existe y es real, y así también la ficción, que no es más que una simulación de la realidad, sigue un curso que puede preverse, o sea, está sujeto a una lógica particular, y está bien que así sea porque eso permite, por ejemplo, la existencia de la vida, que también es predecible; se sabe exactamente cuándo vendrán las lluvias y cuándo los días soleados.

La experiencia vivida por las personas durante un bombardeo de poemas es asimismo, ficticia; ellas no ven simplemente un conjunto de papeles cayendo de un helicóptero, sino algo mucho más profundo, y de hecho, interpretan cada poema que logran atrapar desde el cielo como un mensaje directo y personalísimo. Creen en ese mensaje antes de recibirlo.

Por otra parte, al reconocer y legitimar el dolor experimentado por una comunidad, los bombardeos de poemas inciden en la manera en que los integrantes de dicha comunidad se relacionan con la ciudad y su pasado. Es por eso que cuando mi compañero Cristóbal Bianchi regresó a Guernica algunos años después de que lanzáramos poemas allí, al preguntar a unos jóvenes cómo se recordaba el bombardeo, recibió como respuesta una nueva pregunta: “¿cuál de los dos, el de 1937 o el de 2004?”. Nunca más habrá en Guernica un solo bombardeo. Podría decirse que ambos acontecimientos, uno como trauma y otro como reparación, uno como realidad terrible y palpable y otro como simulación de esa realidad, vale decir como ficción en sentido opuesto, irán juntos en adelante y necesitarán el uno del otro, como los polos de un imán.

Nosotros, al igual que el gobierno de Corea del Norte, creamos una ficción, creamos la ilusión de que la poesía baja del cielo sobre un lugar vinculado con el dolor, de un valor simbólico complejísimo, pero al igual que el director de cualquier buena película de vampiros, no obligamos a las personas a aceptar esa ficción fuera del cine. Por supuesto que la aceptan pero no se retuercen en el suelo por eso.

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