Escribir – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Escribir… http://superdemokraticos.com/es/laender/peru/espanol-sobrescribir/ Tue, 29 Nov 2011 06:52:06 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=6043 ¿Por necesidad o por placer? ¿Escribir para qué? ¿Escribir por qué? Hay tantos tipos de escritor, como tipos de persona. Tímidos, extrovertidos, habladores, serios, pedantes, sencillos, amigables, huraños. Toda la paleta de posibles adjetivos. Hay quienes saben desde la más tierna infancia que su destino será literario, como Borges. Otros que desde sus casas han recibido como misión hacerse con la palabra, otros que se han ido apropiando de la palabra laboriosamente, en horas de horas de horas de talleres de escritura, de escuelas literarias, de hacer contactos. Otros que contra todo pronóstico han encontrado la palabra como tabla de salvación. Hay escritores de profesión y hay escritores de raza, que encuentran su vocación, a pesar de los imprevistos que les ha tocado en suerte. También hay escritores de vocación que el tiempo convierte en cumplidos trabajadores de la palabra. En figuras del jet-set.
Ayer dos de esas cabezas reconocidas por el mundo, charlaban sobre escribir y ser en la palabra. La conversación entre Mario Vargas Llosa y Herta Müller se anunciaba como el mejor encuentro de restling verbal que pueda imaginarse la crítica literaria y lo fue realmente, sólo faltaron los posters pertinentes. Faltó que el anuncio del encuentro de los dos premios nobel fuera con máscaras de lucha libre, aunque no hubiera discusión ni debate.
En realidad las posturas de ambos frente al escribir eran tan notoriamente disímiles, que se sucedieron los monólogos.
Para Vargas Llosa la literatura es una gran mentira que es capaz de construir sociedades. Como latinoamericana es difícil tenerle aprecio y aunque nadie pueda negar que es un gran escritor, lo cierto es que desde sus mejores novelas ha pasado mucho tiempo. Además no hace más que repetirse y justificar una postura política que le impide reconocer el totalitarismo de los regímenes militares latinoamericanos. Vargas Llosa sigue soñando con Fidel Castro.
Para Herta Müller en cambio, la literatura sólo puede decir la verdad y con ella y su voz trémula, los amantes de los libros nos conmovemos hasta la medula. Ella habla desde la experiencia de escribir para poder sobrevivir, todavía hoy y sus textos, sus palabras, destilan la humanidad y el horror del que es capaz el ser humano. Sus posturas políticas no son abanderadas de una idea determinada, sino que se enarbolan en nombre del sujeto, de ese ser humano indefenso que se refugia en los libros para superar su contexto. No para satisfacer a la academia ni con la pretensión de estar preparado para los aplausos.
Ayer no sólo fue evidente que Vargas Llosa sabía con quién hablaba, sino que el público tuvo la oportunidad de contrastar y percibir la enorme diferencia que hay entre quien escribe con la pretensión de conquistar al público y quien escribe para ser, como sujeto y así sobrevivir a la nada. Como lectora sé que más allá de los premios, la historia sólo guarda un lugar para quienes hacen un uso auténtico de las palabras.

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Mi verano increíble http://superdemokraticos.com/es/laender/deutschland/mein-unglaublichster-sommer/ http://superdemokraticos.com/es/laender/deutschland/mein-unglaublichster-sommer/#comments Fri, 05 Nov 2010 11:28:28 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=3154 El trabajo de traducción más difícil ocurre en este momento. Esto lo entiendo recién ahora, en este instante que estoy frente a esta página de word en blanco y quiero contarles a ustedes sobre mi experiencia como traductora de Los Superdemokraticos en los últimos meses.

El hecho de escribir en si, implica ya un trabajo de traducción: el texto como un eco evocativo de otra cosa, tal vez de las vivencias, las impresiones, las huellas o como quieran llamarse. En el caso de tratarse de otro idioma, la traducción sería el intento de provocar en esa otra lengua ese eco de nuevo. Así al menos definió una vez Walter Benjamin el trabajo del traductor.

¿Cómo traducir algo que en realidad es inconcebible? Que yo misma hasta no hace mucho habría calificado de imposible, que por lo menos me resultaba totalmente desconocido.

Me gustaría traducir y comunicar algo en palabras que cuenten lo que me ha ocurrido en los últimos meses. Lo quiero hacer hace rato -pero la traducción no quiere todavía. Las palabras caen en tropiezos, en dudas, se vuelven desconfiadas, se asoman a los labios, pero se vuelven atrás, inseguras. Me fruncen la traquea, se quedan como un nudo en la garganta. Entonces quieren salir todas a un tiempo y se aglomeran en mi lengua y desaparecen sorpresivamente de nuevo, cuando una vuelve a respirar profundamente una vez más.

Para decirlo sincera y abiertamente: Los Superdemokraticos poco a poco se quedaron atrás, como muchas cosas de mi vida „normal“ en este verano. Si pienso en los últimos cuatro meses los Superdemokraticos se desvanecen lentamente, como lo hacen algunas piezas musicales, y al mismo tiempo se hacen visibles como un ancla. Como un ancla en mi mundo conocido, en la vida cotidiana – que en realidad no existió por semanas.

En lugar de eso se produjo un estado de excepción. La consecuencias de la violencia ritual y la tortura sistemática y el intento de romper con ese mundo oscuro.

Y una persona que ha vivido todo eso, que lo ha sobrevivido. Cuando una entra en contacto con el tema por primera vez „y una misma no lo ha vivido, entonces una no tiene nada a su disposición”, dice Monika Veith, terapeuta especializada en traumas, en una entrevista sobre su propia experiencia inicial en su trabajo con sobrevivientes de violencia ritual en Alemania y me regala las palabras, que yo misma no encuentro o encuentro a medias.

Encontrar una forma de relacionarme con algo para lo cual no tenía nada a mi dispoción en mi propia memoria, en eso consistió una gran parte de mi verano. Ahí sólo me quedó la intuición, experimentar, armarme de valor y saltar al agua fría desde el trampolín. Enfrentarme al miedo y al terror, pero tambíen percibir límites y sobre todo confiar, para luego poder darme cuenta en el camino cuantos parentescos sí podía haber, cuantas cosas bellas sí podíamos crear y compartir y cuanto puede una superarse en conjunto y por si misma.

Eso me recuerda a Ingeborg Bachmann, mi madrina este verano en muchos sentidos. „en el juego de contrarios entre lo posible y lo imposible acrecentamos nuestras opciones. El que provoquemos esa relación de tensión donde crecemos, se trata de eso en mi opinión. De que nos orientemos según un objetivo, que se aleje, naturalmente, una vez más cuando nos hayamos acercado.“, escribió esa escritora inteligente en su ponencia „La Verdad es exigible a las personas“, un texto que no me ha soltado desde que lo leí hace muchos años.

La tortura sistemática y la impunidad son algo que aquí generalmente se asocia con Latinoamérica y otros lejanos continentes. Pero está a nuestra puerta y los y las ejecutoras de violencia ritual disfrutan aquí prácticamente de total impunidad, eso sí nadie parece saber que existe.

Así, oigo de una vez el silencio, percibo de golpe ese inmenso desapercibido y no sé que hacer, ¿a dónde con ello?

No obstante: No todo fue terror. Así que no quiero prescindir de este verano.

„Y quién“. sigue Ingeborg Bachmann, „sino aquellos entre ustedes, quienes cargan con un pesado destino pueden atestiguar mejor, que nuestra fuerza llega más lejos que nuestra desgracia, que aun privado de mucho uno es capaz de levantarse , y que uno puede vivir desilusionado y eso quiere decir sin ilusión.“

Enlaces al tema violencia ritual:

Renate Rennebach-Stiftung

Vielfalt-Info

Michaela Huber

Claudia Fliss

Vater unser in der Hölle

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Ratoncitos en la columna http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/mauschen-in-der-saule/ Mon, 11 Oct 2010 08:56:35 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2857

Este texto esta dedicado a la familia de ratones que vive en una columna en la central de policía en Frankfurt, con catorce niños ratoncitos. Inquietos y graciosos trabajadores nocturnos en colectivo. Este texto es por lo tanto dedicado al diminutivo, los trucos de magia contra los superlativos.

Este texto también esta dedicado al lenguaje con el que me comuniqué en los últimos días, el que me trae una extrañeza incómoda, cuando estoy con amigos de habla hispana, porque lo aprendí en la vida por casualidad, y no en una escuela. Yo llamo a esta lengua “español falso”. Esta es la moneda seudo-migratoria que traigo debajo de la lengua.

Manzanas frescas de mis campesinos de Brandeburgo, cuaderno, cámara, de resto una maleta vacía. Esta no fue mi primera feria de Frankfurt, sino mi quinta. Yo me sentía preparada. Pero viendo el sin fin de los estantes me invadió un nuevo miedo, un miedo que nunca había sentido y que de pronto tenía que ver con mi papel como superdemocrática: ¿Quién se va a leer todo eso? Yo no, jamás. E incluso, si logro escoger una selección bien pensada, ¿cuándo voy a poder escribir, por no hablar de actuar? El círculo vicioso del lector-escritor-ciudadano, me paralizó un momento.

Pero por fortuna me encontré con muchos otros lectores-escritores-ciudadanos en pasillos, standes y fiestas, personas que aman y roban libros y difunden siempre sus propios, mejores libros, estas pequeñas bombas mentales; o los autodiseñan, como la infatigable Eloisa Cartonera. La metáfora de la bomba es robada, la editorial independiente argentina Clase Turista ya había diseñado un libro con cable de encendido.

Ich, als Säulenmensch. Foto: Viktor Nübel

Editoriales independientes, tanto en Argentina como en Alemania, poniendo todo de sí y de su personalidad también, producen estos relevantes objetos artísticos, fuerzas de intervención en un mercado por lo demás bastante uniformado. Ellos toman “decisiones para el futuro” como lo expresó Sergio Parra, de la editorial chilena Metales Pesados. Yo ya me siento un poco hipócrita, por escribir esto en un blog, pero la “teoría literaria política”, que los autores de los Superdemokraticos desarrollaron virtualmente en los últimos cuatro meses, se debe estar imprimiendo en un par de meses. Nosotros vamos simplemente hacia atrás: primero online y luego offline. Primero la conexión digital, después la difusión física.

En la presentación del “2010 Ranking of the Global Publishing Industry” escuché los planes de los grandes consorcios para el futuro. Así supe que, a pesar de la crisis financiera, a la industria editorial no le va nada mal, pues los mercados digitales prosperan, tanto en Estados Unidos, como en España o Alemania, ¿y como será en Latinoamérica? Las editoriales ya no diferencian entre libros digitales y –como ellos los llaman- libros „físicos“, la única diferencia son los modos de comercialización, que dependen de los canales de distribución, pero también de servicios adicionales como el recomendar, no solo se guía por algoritmos. Ah! Pienso, se trata de intercambio entre humanos. Carolyn Reidy de la editorial mayorista estadounidense Simon & Schuster dice, en este evento, la frase más poética: “Se van a desarrollar nuevos formatos para los ebooks, pero nosotros todavía no los hemos descubierto. Eso lo va a hacer la próxima generación, ellos vienen con otro tipo de cerebros, distintos a los nuestros.” Eso lo puedo confirmar. Al levantarme salió una huella de agua de mi ojo izquierdo, como si fuera una máquina de lágrimas. Cuando estaba comprando gotas en la farmacia, les dije “Parece que llorara, pero no lloro. Mi ojo simplemente hace eso“. Debe ser por el clima de la feria. Como los ratones, los libros deberían salir más al aire fresco.

Traducción:
Natalia Guzmán Díaz

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Poeta de perfil http://superdemokraticos.com/es/laender/bolivien/espanol-poeta-de-perfil/ http://superdemokraticos.com/es/laender/bolivien/espanol-poeta-de-perfil/#comments Sat, 09 Oct 2010 01:57:32 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2639

Permítanme este último ejercicio de impudor. Hoy quiero hablar de Julio Barriga, el primer artista de verdad que conocí. En 1995 descubrí su nombre en el suplemento literario de un diario local ya extinto. Aparecía de editor del suplemento Eventual (yo aún no sabía que en ese título venía ilustrada la naturaleza de un pasajero entusiasmo, eventual, que en alguna extraña excepción lo movía a actuar) y su contenido era exquisito, irónico y casi revolucionario para una ciudad conservadora e hipócrita. Sólo duró 4 números (un mes) y movido por la curiosidad pregunté por él en un boliche pequeñísimo e infame (regentado por un trotskista aficionado al teatro) en el que se reunían especímenes de una fauna diversa y en peligro de extinción, a los que yo empezaba a tratar como viejos conocidos, siguiendo eso que decía Monterroso de que “los enanos tienen una especie de sexto sentido que les permite reconocerse a primera vista”. Me dijeron que el tal Barriga también asistía al Café-teatro trotskista, pero nunca lo había cruzado. Un día me lo mostraron. Era muy parecido a Edgar Allan Poe (“Edgar Allan me mira desde el espejo”) y cuando me le acerqué se incomodó de que lo tratara de usted. Lo empecé a frecuentar y, como para deshacerse de mí, me prestaba libros que me maravillaban o me dejaban confundido. Barriga ya había publicado sus dos primeros libros: El fuego está cortado (que se abre con una variación del “Make a mask” de Dylan Thomas: “hazme una máscara/ pues estoy solo y quiero sentirme más solo todavía”) y el brevísimo Aforismos desaforados.

Hijo de maestros rurales, los libros habían formado parte de su entorno desde niño y luego de armar y desmantelar dos familias se encajó en la máscara del oficio que había pospuesto con muchos trabajos (en Tarija, La Paz, Salta y Mendoza). Por entonces ya tenía lista una tercera obra, Versos perversos (en realidad tan extenso como tres libros) y era casi aterradoramente fresco (igual que la sombra de un rincón muy oscuro). Una especie de diario de su desasosiego (“soy solo yo que me mando/cartas urgentes a mí mismo”). No le interesaba publicarlo, y tuvimos que esperar diez años para que otros se enteraran de lo que nosotros ya sabíamos. Expresado en distintas variantes su estilo tendiente a narrar, entre barroco y oral-callejero, alienado por la cita errónea o descontextualizada, apelando sin ninguna distinción a la cultura “alta”  y a los mass media. En esos poemas hablaba de su permanente angustia, de sus amigos, de su bicicleta, de ciudades que lo han marcado a fuego, de su barrio, de la soledad, de la constante presencia del alcohol. Gracias a esos poemas fue creciendo su fama casi secreta (junto a Humberto Quino y Juan Cristóbal Mac Lean los tres poetas-bolivianos-vivos que más me gustan). Pero además tenía este credo ético inclaudicable de “vivir como un poeta” (un afán de vivir lo terrenal intensamente y con desapego, con la violenta pasividad de Bartleby) que puede leerse cual soporte performativo de la obra escrita. Un tipo que se interesa principalmente por lo que acaba de pasar de moda (ahora, por ejemplo, los diskettes), de ser capaz de manifestar un escepticismo pesimista extremo (“estoy condenado a prolongar una existencia insulsa/ hasta el final de sus instantes repetidos”) y reírse desfachatadamente de todo, especialmente de sí mismo (“¿qué haría si fuera Dios?: renunciaría”). Un tipo que pedalea escapando del horror y que de lo más profundo de sus tinieblas personales obtiene chispazos de claridad (“soy el centauro de la soledad/ y soy los anteojos de la carretera, Ramón”).

Por esa ilusión de compartir un pasado que brinda la amistad en 2008 edité su libro Cuaderno de sombra, donde cambiaba de registro, tomando la voz de un amigo poeta que acababa de morir, Roberto Echazú. Lo que Bloom llamaría apofrades. En ese  libro de luto riguroso, Barriga conversaba consigo mismo pero también con Roberto, con quien compartía el oficio, el alcohol y la afición por iluminar el lado oscuro de las cosas próximas. No sólo aprendí algunos rudimentos claves de la edición sino que también me puse en contacto con cierta manera de estar en el mundo: asumir tu propio destino. Barriga, como un monje licencioso, le ha dicho adiós ya a muchas cosas y ¡hola! a la muerte. Hace una semana lo vi y está igual, sigue viviendo según su propio código y a estas alturas no va a cambiar, por suerte.

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El sueño de la fiera http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/der-traum-der-bestie/ http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/der-traum-der-bestie/#comments Mon, 04 Oct 2010 15:30:53 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2387 Ya no deseo adoptar un perro y ponerle un nombre literario que lo responsabilice de mi felicidad, mientras habito los límites entre la realidad y el sueño. Un nómada jamás debería sentirse desamparado, pues tiene una familia arquetípica que toma cuerpo en distintas dimensiones. Puede ser echado a la calle y dormir en un parque lleno de flores hermosas. Ahí soñará y más tarde sólo necesitará escribir: esa es su residencia, su compañía.

No tengo más que una obra literaria en la cabeza. Una obra que escribo. Una obra que deseo. Una obra que me provoca taquicardias; me empuja a probar fármacos; me hace llorar; me hace feliz; me excita, me sugiere el suicidio; me molesta, me hace sentir un imbécil; me hace sentir sagrado. Despierto e imagino que la escribo. Continúa la mañana y me enojo por no estar escribiéndola. Procrastino. Recibo llamadas, reviso el e-mail una y otra vez. Tengo sexo y lo anuncio por Twitter. Recibo emoticons de guiño 😉 Retuitean mis infidencias y soy la comidilla. Salgo a dar una caminata y sigo pensando en los capítulos que no consigo redactar. Cruzo la ciudad por la noche, me enredo con alguien para contarle la novela que tengo entre manos. No escribo, en suma.

Al despertar, la resaca me recuerda que he perdido un día más. Tiemblo, mientras me lavo los dientes. Abro el Gmail, esperando encontrarme con mucho trabajo pendiente: esto me resulta una forma de aplacar mi cargo de conciencia por el escaso avance con la novela. Reviso un par de traducciones. Hago una corrección, una edición por ahí. Ejecuto el copy para alguna campaña. Placebos, formas de escribir sin escribir, hasta que me encuentro el amable mail de mi traductora alemana, Barbara, ¡diciéndome que una vez más me he atrasado con el texto de Los Superdemokraticos!

Esto me hace feliz. Soy un sinvergüenza, pero me hace feliz. Lo entiendo como una obligación exquisita, un híbrido entre el requerimiento laboral y el placer. Incluso la imagino a Barbara como una Dominatrix Textual que me da un latigazo para hacerme llenar la cuartilla. ¡Plam! Y debo hacerlo porque Los Superdemokraticos es un proyecto que forma parte de mi agenda laboral, ¡pero también debo hacerlo porque es un proyecto que me restituye la dignidad de escribir algo equivalente a lo que llamo “la obra”!

¡Plam!

Barbara ha vuelto a pedirme mi ensayo y esta vez será su último llamado, pues Los Superdemokraticos es un proyecto que justo ahora termina. Y es por esa razón que este texto ahora pasará a hablar en tiempo pasado.

Durante estos meses pude ir experimentando literariamente con diversos artículos, alrededor de los temas sugeridos por las editoras de Los Superdemokraticos. Ellas me concedieron la libertad para abordar asuntos tan serios como la globalización desde la perspectiva de un ajolote; temas tan significativos como la violencia social, fueron conjurados por mis manos de Ninja que practicaban una especie de caligrafía invisible; cuando fue necesario hablar de sexualidad pude proponer una autobiografía bastante explícita; a la historia de mi país la imaginé como una pequeña tortilla de maíz ardiendo sobre el comal cósmico. Pude ir mostrando las formas en que percibo a la realidad, planteando diversas mutaciones desde mi corporalidad textual.

Escribiendo intentaba demostrarme a mí mismo que la conciencia es la creadora de la realidad… y fue divertido ver que llegó a organizarse una fiesta Ninja en Berlín, como prueba rotunda de dicha hipótesis.

A lo mejor recordarán que comencé esta aventura invocando a mi nahual, el jaguar, para obtener la fuerza necesaria. Así que terminaré en el mismo lugar, invocándolo, para cerrar este ciclo. A través de mis textos Superdemokraticos quise expresar que la poesía necesita crear a su propio doble proyectado en el tiempo: un animal que cuida el recorrido de su espíritu en la selva de los arquetipos. Que el poeta es el sueño de la fiera que adelanta su cuerpo entre la vegetación y salta con agilidad felina el vacío que distancia a las palabras del espíritu del lector: así mira a las mariposas como ideas que trascendieron la imposibilidad de volar desde la página.

No sé si logré llevar este mensaje con la calidad necesaria. La conjunción alquímica del tiempo con los lectores nos dará la única respuesta posible. Disfruté, eso sí, la magia de leerme en un idioma que no entiendo y que ahora deseo estudiar. Pero disfruté muchísimo más al leer los aportes de todos mis colegas latinoamericanos y alemanes: puedo garantizarles que no me perdí ni una sola línea escrita por ustedes. Intenté aprender del oficio y la originalidad que siempre exudaron. También sonreí y hasta lloré cuando algún texto alcanzaba a tocar la fibra más sensible.

Por lo dicho y por lo no dicho, a todos, editoras, traductoras, lectores y escritores, Superdemokraticos, ¡muchísimas gracias! Espero saludarlos muy pronto en algún rincón del Cosmos.

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Chandrawati http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/tschandrawati/ http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/tschandrawati/#comments Mon, 04 Oct 2010 07:00:05 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2443 Mi primer libro se tradujo a muchos idiomas. A menudo los lectores alemanes me preguntan qué piensan en el extranjero de mis historias, por qué les interesan (al menos aquellas que tienen lugar en o tras la RDA). Estas historias son de hecho incomprensibles fuera de aquí. En ocasiones, algunos alemanes del Este me preguntan incluso si más allá del Elba alguien tiene la menor idea de lo que hablo…

Mi respuesta es siempre la misma: el sentido de la Literatura es acercar una historia a las personas, una historia que no han vivido y que no obstante se les puede ofrecer con posterioridad. No importa cuándo o dónde sucede la historia. O dicho de otra manera: si los libros no son capaces de llevar a las personas a una vida ajena, y con ello tocar su corazón, es que no es literatura, sino sólo una colección de palabras.

Los libros conectan a las personas. La Literatura construye puentes entre lugares, entre culturas, entre idiomas. No se me ocurre nudo alguno que sea más polícromo, más vivo, que una más estrechamente los milenios de nuestra existencia. No hay nada que pueda saltar el espacio y el tiempo con tanta pasión, y por tanto, tan poco envejecido. Creo que precisamente ahí está la fortaleza de la Literatura.

En mi primera biblioteca había historias infantiles, cuentos y algunas viejas obras de consulta. Guías de setas y plantas, léxicos de animales, colecciones de canciones (está documentado que a los cuatro años yo podía cantar el Venceremos…), el Weltall-Erde-Mensch. Al hacerme mayor, llegó la correspondiente literatura de adulta, que me iban regalando o que yo misma “realojaba” de tanto en tanto en mi habitación desde la biblioteca de mi madre. Sólo recuperó unos pocos títulos de aquellos. Hoy en día, mis posesiones han crecido hasta ocupar una habitación entera llena de estanterías hasta el techo llenas de libros.

Algunos de mis libros de la infancia me los llevé conmigo cuando me fui de casa de mis padres hace más de 20 años. Sobre todo los cuentos. Mis ediciones de los Hermanos Grimm y las de Hans Christian Andersen. Los cuentos románticos de hadas de Hauff y los de Bechstein, las adaptaciones de los clásicos cantos heroicos, así como una impresionante colección de cuentos de hadas de todo el mundo.

En la RDA se publicaron muchos libros de cuentos de hadas, muy por encima de la media. Era algo internacional, y pasaba más fácilmente por la censura que las obras contemporáneas. Uno de mis libros de cuentos de hadas se llamaba “Desde el almacén de flores de la Princesa Chandrawati”. Contenía cuentos de hadas de las Islas Mauricio. El título, aunque no era de paso simple para una lectora de ocho años, podía recitarlo de memoria desde el principio. No sólo el risueño “almacén de flores”, sino también el exótico nombre de la hija del rey me marcaron. Chandrawati. Las niñas de mi clase se llamaban Katrin, Sabine o Kerstin.

Las historias no me decepcionaron: había marajás, crujientes saris, flores amarillas de jengibre. Higueras y hadas que bailaban. Amaba mi almacén de flores. Cuando hace poco se puso ante mis ojos por casualidad, ligeramente conmovida, tiré del insignificante lomo del libro para sacarlo del estante, y me horroricé. Me aferraba a lo que en mi memoria era algo repleto de flores de colores y pájaros, y ahora era un estrecho y austero libro de bolsillo. Una portada completamente negra. Papel basto. Impreso sin apenas márgenes con una tipografía pequeña. Ninguna imagen, sólo alguna ilustración apenas esbozada de vez en cuando. Una pesadilla. Difícilmente indicado para niños tanto en lo óptico como en lo táctil.

La decepcionante confrontación con la realidad me impactó sobremanera. Sabía que mi libro tenía el aspecto que tenía, pero había olvidado lo grosero que era en realidad el cartón hidrofugado de la cubierta, lo ásperas que resultaban las páginas, lo mal que se pasaban.

Intenté recordar si ya por entonces me había dado cuenta de esto, y si había hecho alguna distinción entre el texto de esta versión de cartón reducido y el del alegremente colorido libro ilustrado para niños, que naturalmente también poseía. Pero no, no la había hecho. Entonces, la descolorida Cenicienta que tenía entre las manos, que tan lejos me había llevado, había arraigado en mi corazón mucho más que muchas publicaciones fastuosas. Naturalmente, había sido el mundo de Chandrawati: desde la discreta y polvorienta cubierta negra de cartón hasta el temperamento de colores salvajes, luces centelleantes y excitantes aventuras.

En cuanto devolví el libro al estante junto a los demás ejemplares, pensé por primera vez, que mis frecuentes visitas a las misteriosas Mauricio de tiempos remotos quizá eran uno de los muchos motivos por los que empecé a escribir, años más tarde.

El oficio de escritor, que nos ha unido a todos en esta plataforma, consume energía, es escariador y a menudo está repleto de dudas. Al menos para mí. Pese a ello, no puedo imaginar nada más esperanzador para el resto de mi vida que escribir libros llenos de historias…

Traducción: Ralph del Valle

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Teletransportación http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/beamen/ http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/beamen/#comments Thu, 02 Sep 2010 15:06:56 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1382 El lenguaje de la violencia social impone modificaciones, en diversos niveles, al propio acto de la escritura. Los dedos tiemblan, aparecen los tics corporales traducidos a imagen y las metáforas adquieren texturas donde su luz apela a la desesperación. La escritura por momentos anuncia un escape de la paranoia o, al menos, un placebo capaz de entregarnos una mínima calma al interior del cinismo que desarrollamos como escudo. Más que resignación, resguardo. En otros momentos, la escritura misma es la transcripción directa de un estado permanente de terror y pánico.

Al experimentar un tipo de violencia que se fabrica en una oscuridad casi absoluta, donde el operador del agravio es virtualmente invisible e intocable (no puede reconocerse totalmente en el Estado, sino en fuerzas paralelas que pueden estar ligadas, o no, a éste), la interpelación que la poesía desarrolla como forma de resistencia es igualmente móvil, nómada y fugaz. El poema transmuta su materia, se trasviste y performatiza un clamor que representa al fingimiento del dolor efectivamente sentido (Pessoa).

Algún lector de esta poesía también intenta escapar de ella: la olvida, la descarta, la desecha o, simplemente, la ignora. Otro lector la reconoce, tiembla con ella y la vincula al propio desarrollo de una ficción salvadora. Otro lector la ve como una forma menor de la literatura fantástica (“poesía con efectos especiales”), un efectismo y una exageración. Se duda con tenacidad de la fracción de testimonio que esta poesía acarrea. Aparece la burla. Esta lectura es, entonces, otra violencia, de la cual la propia poesía se vuelve a nutrir.

La calidad de esta poesía violentada estará en relación directa con el grado de desarrollo técnico alcanzado para elaborar los marcos en que dicho lirismo avasallador discurrirá. Debe trasladar su negra epifanía con la velocidad y contundencia de cualquier obra importante. El goce estético, como finalidad, no ha desaparecido, simplemente se muestra un aspecto quizás más subterráneo o subrepticio, donde la propia forma ha asimilado la mutación simbólica que acontece en el escenario social.

En el contexto del posible final de la posguerra en Guatemala (donde ahora entramos a algo que todavía no tiene nombre), el poeta rara vez será percibido como un “sujeto comprometido” con su entorno. Su visión le alcanza para vislumbrar que también han sido devastados los espacios sociales que antaño enmarcaron las diversas militancias de orden político. A una voz fragmentada y, asimismo, híbrida, mestiza, nómada, le resulta imposible ser absorbida como eslogan o consigna y el ritmo impreso a tal devenir literario, aleja al poeta de la cursilería o la perorata.

El futuro o supervivencia de la textualidad que emerge de este caos, está ligado a la movilidad constante y a una pulsión transgeográfica que permita resguardarse y escapar de las múltiples violencias que sacuden al cuerpo y a la mentalidad que ha optado por ejecutar un hecho escritural autónomo, libre. Esta distancia permitirá la exposición de una especie de “ninjitsu imaginario”, fraguado desde una nueva variante de exilio (incluso interior), donde se huye de un perseguidor espectral, transcorporal y transideológico, cuyo rostro es francamente indeterminable.

Por eso practicamos la teletransportación como una manera de visitar los universos paralelos, ahí donde las soluciones imaginarias son siempre posibles.

Recordemos a Les Épiphanies, de Pichette:

“Monsieur Diable: Au besoin mon garçon, libère tes jurons, vomis tes déboires. C’est de bonne médecine”…

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http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/pointpointpoint/ Thu, 19 Aug 2010 18:27:18 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=936 El tema actual del blog es la pregunta: ¿cuál de los siguientes aspectos define la propia vida: “Trabajo, Familia, Activismo, Co-gestión, Música, Literatura, Formación…”? No sería muy difícil tomar las propuestas, relacionarlas conmigo y llenar el texto con hechos de mi propia biografía. Podría escribir que contemplo mi deber político como ayudar un poquito, lo justo como para no alisar la capa de silencio que está cubriendo en los últimos años la nueva dictadura alemana, sino levantarla ligeramente de vez en cuando. Podría remitir a mis textos y apariciones públicas, que muestran mi esfuerzo de hallar palabras claras para definir el rígido régimen comunista al que estábamos expuestos, y nunca hacerlo como si aquello que ocurrió en Europa del Este desde 1945 fuera sólo un desafortunado y finalmente inofensivo intento de mejorar el mundo, el cual simplemente debería pasarse por alto.

Podría escribir que lo más importante de mi vida son mi familia y mis amigos, porque nada más tiene sólo ese significado, el querer a otras personas y ser querida por ellos (en todas las facetas que un corazón humano puede entregarse).

Podría contar la historia de la beca de estudios que le financio a una joven vietnamita, o por qué era importante para mí eliminar una cortapisa, aunque no tenga la menor idea de cómo voy a pagar el año que viene mi alquiler.

Podría aclarar que considero la formación como un privilegio precioso que uno debe valorar y no despreciar desconsideradamente, porque, como siempre decía mi abuela, es la única posesión del hombre que nadie puede quitarte.

Podría hablar sobre la fortaleza de la literatura, y sobre cuánta esperanza cabe en una historia.

Todas estas respuestas me superarían, y serían con toda probabilidad justo lo que se esperaría de una autora parcialmente establecida como tal. Sin embargo, la verdad es que estas cosas son con toda certeza parte de mi vida, lo que mejor define mi vida del abanico “Trabajo, Familia, Activismo, Co-gestión, Música, Literatura, Formación…” son precisamente los puntos suspensivos al final de la frase.

Desde que vivo de la escritura, evito contarle a desconocidos cuál es mi profesión. Soy absolutamente vanidosa en lo que se refiere a mis creaciones y me puede escocer mucho que alguien no valore mis libros, pero no lo hago por esto. Es más bien por la sonrisa soñadora y romántica que suelen mostrar los demás cuando oyen que soy escritora. Algunos apoyan incluso la barbilla en su mano y suspiran admirados. Estoy cansada de aclararles lo plúmbeo que realmente resulta escribir. Que es solitario, agotador y obsesivo. Que la mayor parte del tiempo uno no está inspirado ni con ganas de ponerse ante el teclado, sino rodeado de dudas: sobre la disciplina, sobre la estructura, sobre el sentido. Pero sobre todo, sobre el valor. El valor de no catalogar las ideas propias como estupideces y ni paralelizar hacia nosotros mismos. El valor de encontrar la confianza en lo que uno hace, de evitar cada día la automutilación, de no entregarse sin resistencia a la procrastinación; todo esto tiene poco que ver con la diversión o el placer. Es un trabajo duro. Quizá el verdadero trabajo de un escritor.

Esta lucha contra las dudas, las debilidades y los miedos, es lo que verdaderamente define mi vida. A menudo es inaguantable. Esperar otra cosa sería falso.

Pero eso no puede contarlo nadie…

Traducción:

Ralph del Valle

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Equipaje de mano http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/handgepack/ http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/handgepack/#comments Wed, 18 Aug 2010 14:17:30 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=821 Lo importante es comer – dice Paul, con una bolsa de tomates verdes en la mano. Paul sufre de dos males no sólo incompatibles, sino individualmente incurables: la pobreza, y el buen gusto para la comida. Cada uno de sus movimientos está programado para ejercitar en igual medida el aprovechamiento máximo de los ingredientes y la generosidad artística con la que cocina. Comer con Paul es el momento en que la alimentación toma sentido, y de paso se hace concreta cualquier teoría económica que sirva para explicar por qué este hombre, un fiel consumidor, ha quedado fuera de los pasillos de los supermercados.

Lo importante es coger – dice Beth, moviendo los brazos como si fuera a levantar vuelo. Estás segura? Le pregunto. Entonces deja caer los brazos, uno sobre mi cabeza. Beth tiene una pequeña empresa de pornografía casera, de modesto éxito comercial. Mi cuerpo es mi religión, dijo solemnemente una vez, añandiendo que no sería la primera en convertir su religión en su primera fuente de ingresos. Por supuesto que no está segura, la seguridad de Beth es temporal, como si en cualquier momento fuera a levantar vuelo.

Lo importante es escribir – me dijo Martín, el que siempre tiene la página en blanco. Martín, qué putas estás haciendo? No deberías terminar al menos una historia, un cuentito corto? No deberías ponerte a trabajar en esto de verdad, ponerle empeño y actitud encima al talento? Es que para escribir hay que vivir, y una cosa se interpone en el camino de la otra. Lo importante entonces, dice Martín, no es escribir, sino ser escritor.

Lo importante es que la gente sepa – me dice Carla. Ella quiere que “la gente” conozca las historias terribles y valerosas de todas estas mujeres centroafricanas a las que ella quiere tanto. Ese trabajo le permite preocuparse todo el día por las demás y evitar su propia historia que en comparación parece pequeña, triste, patética y sospechosamente libre de heroísmo y de circunstancias adversas. Pero una vez que la gente sepa, qué haremos Carla? Qué tal si la gente sabe, pero quiere vivir como si no supiera?

Lo importante es dormir – dice mi hermano Adrián, que es médico de emergencias. Dormir y si uno tiene suerte, al otro día despertar. Cada vez que abro los ojos en la mitad de la noche y reconozco el olor del insomnio, me siento doblemente mal por estar desperdiciando el sueño que otros se merecen. Mi hermano se queda dormido al principio de todas las películas, en medio de todas las fiestas y al final de todas las conversaciones. Hemos aceptado su narcolepsia como una de las tantas maravillas de su personalidad. Nadie sabe qué angustias lo atormentan en la noche, pesadillas de gente despierta.

Lo importante es el raiting – me dice Mariana – o su equivalente en estadísticas, usuarios únicos, visitas convertibles. No tenemos una verdadera posición política, sino que pescamos usuarios, lectores, televidentes… una vez que muerden el anzuelo podemos cambiar de enfoque para captar otro segmento. Mariana se especializa en generar la apariencia de una opinión contundente y fundamentada, pero lo suficientemente light para que nadie quede permanentemente resentido. Su flexibilidad intelectual le permite mantener no sólo un alcoholismo de baja densidad, sino una impresionante colección de zapatos de todos colores.

Una vez me mudé a otro país con una sóla valija, que contenía ropa para un viaje de negocios de dos semanas. Adentro no había nada importante. Diez meses después regresé a mi país, donde ya alguien más había sacado todas mis cosas del que fue mi departamento. Las cosas estaban repartidas por diferentes lugares, y en varias cajas estaba mi ropa, mis libros, mis cuadros, mis cuchillos de cocina, pero entre ellos no encontré nada que quisiera llevar a mi nueva vida. Ahora cada vez que empaco me doy cuenta de que no llevo nada indispensable, y me da un ataque de tristeza. Quisiera poder declarar la importancia de las cosas, como los demás, pero no logro articular. Supongo que ya sentada en el avión, lo importante es que no se caiga.

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Si sirviera de algo http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/wenn-es-irgendwas-bringen-wurde/ http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/wenn-es-irgendwas-bringen-wurde/#comments Thu, 15 Jul 2010 08:36:29 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=464 He llegado a rozar el cinismo de no escuchar a los ganadores. ¿Qué nos pueden decir? ¿Que fue duro? ¿Que estaban mejor preparados? ¿Que el tiempo, finalmente, les está dando la razón? ¿Qué su gesta ha sido fundamental y debemos creer en el valor, la inteligencia y la fortuna de los héroes? ¿Qué ese momento inolvidable nos define?

Me preguntan si la historia es importante para mí. Me encantaría decir que sí, sobre todo para aprender, para cumplir con este afán de acumular certezas donde antes hubo algunas dudas, para escudriñar durante la investigación en esos posibles errores que nos hacen creer en algo: un sistema de logros que no fueron, o que no fueron así. Después nos enteraremos de cómo ocurrieron los hechos con exactitud, no se preocupen. Obviando las elecciones, siempre hay alguien que gana en la mesa técnica.

Me encantaría decir que sí, pero no.

Esto que sigue no lo traduzcan de forma literal, sino simbólica, pero casi: Hace una semana se armó un alboroto en mi país porque alguien con poder y uniforme militar en Venezuela, supongo que el presidente y alguno de sus amigos o colegas, el de Ecuador, por ejemplo, cogieron el polvo de un esqueleto y lo condecoraron, o lo mudaron de féretro, o le cambiaron el final de su vida, más bien el de su muerte; y le pusieron algún apodo centelleante y superpoderoso, del tipo Generala de Brigada de Honor del Ejército Bolivariano, de seguro pensando en las generaciones que vienen. Qué título, eh.

A eso le llaman rendir honores póstumos y como pienso en que mi madre, mi antigua jefa o mi profesora de historia sociopolítica en la universidad también podrían recibirlo, el gesto me parece lindo, simpático, noble, agradable y hasta inofensivo. Una pérdida de tiempo, eso sí, para todo aquello que nos toca revisar y que tiene que ver más con lo que somos, que con aquello que fuimos. Sé que esto no es nuevo y que la mayoría de los adolescentes suelen pensar de esa forma por flojera mental y un poco de ignorancia, pero que me perdonen el país y sus vecinos continentales: mi historia y la de mis afectos es más importante en este momento que atraviesan nuestros países, que las batallas que protagonizaron mis dignos antepasados y sus próceres enemigos.

Hace un mes estuve en Barcelona, España, visitando a Pepe Ribas, antiguo editor de la revista Ajoblanco, acompañado de la escritora cubana Wendy Guerra, su agente Carina Pons, el gestor cultural Marc Caellas y un fornido y rapado director de cine de quien me avergüenza no recordar su nombre, pues él nos colocó una película que acababa de dirigir y estaba en su etapa final de post producción. En ella se abría una interrogante necesaria: atendemos a las guerras en su momento y una vez que se acaban nos sentimos tranquilos, o cansados, pensamos que hemos asistido a una parte espeluznante de la historia y que recordar y establecer hechos y culpas es suficiente, pero, ¿qué pasa con esos pueblos una vez que la guerra ha terminado? ¿Quién nos cuenta ese pedazo íntimo, importante y marginal de la historia que olvidan los ganadores y que comienza justo después del final? ¿Podemos, los más pequeños, arreglar nuestro presente, luego de que los grandes resuelvan el pasado?

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