robo – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Comentarios al margen de un texo de internet http://superdemokraticos.com/es/themen/deutschland-themen/randglossen-zu-einem-text-aus-dem-internet/ http://superdemokraticos.com/es/themen/deutschland-themen/randglossen-zu-einem-text-aus-dem-internet/#comments Sat, 12 May 2012 09:01:13 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=6382 Propósito:

En la tierra donde pasé la Infancia y Juventud, sólo contaba para el Estado como Artista, aquel que fuera iniciado por otros Artistas en una Asociación de Artistas, según el Género la Rama. El Partido controlaba con todos los ojos de Argos que nadie simplemente se enredara. Los Extraviados, es decir aquellos que pretendían ser Artistas por Idea propia, eran mantenidos por afuera, pues de lo contrario estropearían la Pureza de la Unión. Pero se les asignaban lugares de trabajo por fuera del arte, en las minas o la industria del acero, y si los abandonaban se les asignaban establecimientos custodiados. Así todos se las arreglaban en esta tierra. Libertad, bueno, la Libertad era algo que ya se habia superado (burgés), es decir se desarrollaba sólo en la Sumisión. Con miras a la Necesidad, se llamaba eso. Y el Arte estaba al servicio de esa Visión. Pero esta tierra es historia.

Nosotros-somos-los-autores

El Texto sobre el que esto se refiere, se pronuncia con respecto a una Cosa que desde hace Semanas calienta los Ánimos. Se sube la Marea porque el Partido Pirata anuncia que quiere levantar los derechos de autor. Ahora todos los que se consideran autores aprietan los muslos, como antes los hombres frente al movimiento feminista en formación. Pues los hombres sintieron miedo, sería castrados, porque las mujeres reclamaban derechos que tenían desde hace mucho.

Compartir significa perder. Tuve que pensar en eso cuando recientemente Sven Regener (cantante del banda Element of Crime) se puso agresivo, y se distanció de los Músicos callejeros, quienes evidentemente no están protegidos por los Derechos de Autor, los que lo ayudan a mantener un humilde Bienestar. ¿También cómo? Los Músicos callejeros no son autores y casi no tienen derechos, porque se dedican a la tradición. Contrario a Regener quien debe ser reconocido como inventor del pop, su ritmo y su armonía, y como creador de la melancolía.

Como tal, firma con una gran Casa Discográfica un Contrato, que al final lo que tiene como Meta es que nadie usurpe las Invenciones de Regeners sin preguntar. Los jóvenes, quienes ya de modo conocido se arman un Acceso a la Música de actualidad sin pagar por ella, no deberían de ningún modo tenerla tan fácil.

Algunos de éstos jóvenes incluso tocan Guitarra.

El Texto sobre el que esto se refiere, comienza a continuación con Arrogancia:

Nosotros somos los autores!

Signos de Proclamación. También la Página de Internet se llama: www.wir-sind-die-urheber.de.

Uno no afirma ser el Autor de los Textos publicados en esta Página, sino que uno hace uso de sus Derechos de Autoría así sin más, uno afirma ser el Motor inmóvil, y a partir de allí se deriva el Derecho de cobrar también por todos los otros Movimientos, también los de los otros. Y como uno mismo no puede controlar todos los Movimientos, le entrega de nuevo este derecho a una Industria que supuestamente abriga todo lo autoriado y lo lleva al Mercado.

Quien piensa distinto al autonombrado Autor, no sería dentro de ésta Lógica un Autor, su Obra no es una Obra y sus Pensamientos se salen de cualquier Marco de Protección. Bueno, hay Leyes y allí se establece quién cuenta como Autor y quién no. Pero estas Leyes provienen de un Época en la que el Internet no se podía ni imaginar y las Copias se realizaban en su mayoría análogamente. Además provienen de una Idea romántica del Autor genio solitario, que crea todo desde sus Entrañas. Palabras como Socialización y Discurso le son desconocidas. Apropósito notaba ya Novalis que todo Arte es Traducción y allí no quisiera ni yo ir.

Que aquí no se trata del derecho moral de nombrarse Autor es claro para todos. Autor no es un concepto protegido. Se trata mucho más de un proceso jurídico de apropiación. De los Derechos de Autor nace el Poder de Disposición de una Obra, traiga Frutos o no. Pero exactamente ahí está es Quid del Asunto. Pues lo único enajenable es la Funda en la que se imprime la Propiedad o lo que sea que sirva para atarla. Entonces ya el pensamiento en sí, de lo que es la Autoría, se impone a sí mismo en un segundo plano.

Contra el robo de la propiedad intelectual

!Contra el Robo! !Que si! Todos estamos en contra de eso, ¿no? No queremos que a la Señora de edad de la Esquina le arranquen el Bolso, sin importar si dentro de este tiene un manuscrito o una pintura al óleo. Ok, la propiedad privada es sagrada, pero ¿qué conforma la propiedad intelectual? ¿pensamientos? ¿palabras? ¿grupos de palabras?

Con preocupación y falta de comprensión, nosotros los autores y artistas observamos los ataques públicos contra los derechos de autor. Los derechos de autor son un logro histórico de la libertad ciudadana contra la dependencia feudal, esta garantiza la base material para la creación intelectual individual

Aquí la cosa se pone cruda. Los derechos del autor regula hasta ahora la entrega de una libertad civil a cambio de dinero. Primero que todo, esto no garantiza en absoluto na´. Sobre todo porque el hecho de haber creado una obra aún no dice na´ de su comerciabilidad. Van Gogh no vendió ni un solo cuadro en el transcurso de su vida. Gerhard Richter califica de absurdos los precios que obtiene por sus cuadros. Hay autores que arman sus novelas con base en la tradición, y ganan así millones. Hay autores que realizan maravillas con el lenguaje para que la fuente de la tradición no se agote, y no ganan na´, pues su trabajo no dio con las medidas de un público receptivo. Darle largas a estos experimentadores a un futuro incierto, me parece cínico. Ellos también quieren vivir, ellos también tienen necesidades.

El supuesto choque de intereses en este contexto entre autores y “usuarios”, transmite una imagen desacertada de nuestra realidad laboral. En una sociedad en la que domina la división del trabajo, los artistas dejan la comercialización de sus obras en manos de las editoriales, galerías, productores o sociedades de consumo, si estos representan y defienden sus intereses lo mejor posible.

Si estos llegan a representar sus intereses. Las editoriales no son representantes de los intereses de los autores, estos toman en cuenta los intereses de los autores solo si estos corresponden a los intereses de las editoriales. En los contratos estándar aparece que los ingresos de los usos secundarios (derechos sobre películas, etc.) deberán ser divididos en igual parte entre el autor y la editorial. ¿Por qué? ¿Qué ha hecho la editorial para merecer ser partícipe?, y ¿por qué de la mitad?. Los contratos estándar en Alemania generan un conflicto entre autores y usuarios, y no con la libertad civil, la cual es sin duda conductora de este conflicto. Los derechos de autor son entonces la expresión del equilibrio de los intereses y los contratos estándar, un logro sindical.

Las nuevas realidades de la digitalización y de la Internet no son razones para justificar la usurpación profana de la propiedad intelectual, o para promover su legalización. Por el contrario: la protección a los derechos de autor debería ser fortalecida para adaptarla a la actual realidad, en la cual el acceso a los productos del trabajo intelectual son tan veloces y masivos.

El punto es adaptar la ley a la nueva realidad y no criminalizar a las personas, en su mayoría a los jóvenes, que hacen uso de las nuevas tecnologías. Sobre todo porque estos siempre por suerte encontrarán caminos para evadir la ley y la protección contra copia.

Los derechos de autor permiten que nosotros los artistas y escritores podamos vivir de nuestro trabajo, y nos protege de consorcios en internet activos globalmente, cuyo modelo de negocios admite la privación de derechos a artistas y escritores. La presencia constante y el uso de Internet en la vida diaria no puede ser justificación para un robo y tampoco es una disculpa ante la codicia o la avaricia.

Mejor dejo la codicia y la avaricia por fuera, pues no me parecen conceptos aplicables esta discusión. En mi círculo de conocidos hay muchísimos artistas que no logran vivir de su trabajo. Circunstancia desafortunada que comparten con peluqueras y otros con empleos precarios. Una solución a esto sería establecer un ingreso mínimo que asegure el sustento*. Esto le daría una vida a los inventores que hacen malabares para ganarse el sustento. Después, ya con este trasfondo, se puede empezar a discutir de nuevo el tema de los derechos de autor.

Traducción: Adriana Redondo, In-Kult

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Feliz viaje http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/gute-reise/ Fri, 10 Sep 2010 05:42:10 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1778 A Martha, y a Pedro Navaja

Uno

Me acaba de llamar, hace dos horas, un amigo de mi padre que vive en Brasil. No lo conozco. Estuvo una semana en Venezuela con su esposa. Ya se marchan. El avión debe despegar pronto. Recibieron tantas informaciones negativas sobre Caracas, sus asaltos y asesinatos, que no quisieron correr el riesgo de conocer la ciudad sin un guía. Saltaron del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar de Maiquetía al Terminal Nacional, y de allí a la Isla de Margarita. Y de allí, nuevamente al aeropuerto, y al otro, desde donde recibí la extraña llamada de mucho-gusto-y-despedida. Yo los hubiese amenazado con una aventura de fuentes, bares, diversas formas del transporte público, centro, bulevares, gastronomía local, quizá algún parque y, por supuesto, buenos amigos, algo que continúa siendo, con todo y sus fugas, lo mejor de este lugar.

Dos

La primera vez que me atracaron en Caracas fue un sábado de 1998, en la que muchos suponen la avenida más segura del municipio más seguro, la Luis Roche de Chacao. 9:00 p.m. No pude ver el arma, pues no había. En cambio sí me fijé y muy bien en el rostro y la contextura del criminal: habría apostado por él con los ojos cerrados en una batalla cuerpo a cuerpo, pero mi novia de entonces –rubia, menuda y divertida– no opinó lo mismo, así que me obligó a correr detrás del mastodonte, a quien insultó profusamente mientras yo intentaba, en vano, decirle que se calmara con una mano oculta en la parte baja de mi espalda. Nunca como entonces me sentí tan farsante, tan ridículo. Pero lo hice. Corrí –lo exacto sería escribir troté– detrás del criminal y luego de una cuadra, reduje mi velocidad a límites casi absurdos. Sólo atinaba a preguntarme cómo alguien que corría tan lento, se arriesgaba a robar a otros sin siquiera una pistola. Qué peligro. Con certeza, la necesidad tiene cara de perro.

La siguiente ocasión, veintidós días después, un domingo a las 8:00 p.m., tomé por la espalda al ratero que le arrancó la cadena a la misma novia rubia, menuda y ya no tan divertida, solo para evitar que ella me arrancara a mí el orgullo con otra sarta de críticas en torno a mi supuestas valentía y fortaleza, y ni hablar de mi velocidad, que desde hacía tres semanas había quedado muy en entredicho. Los platos rotos los pagaron la cara del nuevo ladrón y mi mano derecha, que terminó como un jamón serrano, pero con más jugo. El lugar: una avenida que se supone peligrosa en un municipio grandote y popular: la Baralt de la Libertador. El ratero estaba con otros dos sujetos y a mí me acompañaba un amigo, pero como a esa hora el caos confunde, lo que comenzó siendo un atraco frustrado terminó en una pelea comunal repleta de curiosos, que mi amigo y yo pudimos divisar desde la barrera, mientras nos alejábamos rumbo al Metro. Eso sí, sin la cadena, y pensando en que la culpa no la había tenido del todo el ladrón, pobre, sino mi novia. O su carácter. O esa crianza que le dieron.

Pasaron nueve años, y un mediodía soleado de un viernes, luego de prepararme para viajar con otra novia, a dos cuadras de uno de los centros comerciales más visitados por los caraqueños, en una urbanización de clase media y en un municipio mitad burgués, mitad pueblo pobre, El Tolón, en Las Mercedes, Baruta, me encaró un malandro con un yeso en el brazo que se había bajado de una moto que conducía otro. El otro esperaba. Ambos estaban armados. Yo cargaba dos bolsos. Uno grande de mano, con ropa, tres libros y una cámara de fotografía digital donde había imágenes comprometedoras en alta resolución. El otro pequeño, un morral, en el que estaba mi laptop.

No pregunté. Dije, claramente: –Lo que quieras.

Él fue contundente: ­–Lo quiero todo.

Bien, manejo el código, pensé, pero me contradije: –Te puedo dar el bolso grande, aquí en el otro tengo mi material de trabajo. (Pensamiento inmediato al margen de la acción: “¿Material de trabajo? ¿Qué te pasa, Leo Felipe?”).

–¿Qué tienes ahí? –preguntó.

–Tengo mi laptop.

–Ok.

Yo como si estuviera imprimiendo un documento en alguna oficina. Aparenté soltura y cansancio, esos componentes de la costumbre. Le entregué el bolso grande, saqué mi cartera del bolsillo y abriéndola, cogí todo el dinero que había y me envalentoné, le dije: –Te entrego el dinero, porque si te doy las tarjetas las voy a bloquear en diez minutos.

Me respondió moviendo el arma y cerrando un poco los ojos: –Apúrate, mamagüevo, yo no estoy haciendo negocios contigo. Dame los reales ya o te dejo pegao.

¿La verdad? Me sentí insultado, pero no furioso. Yo estaba haciendo las cosas bien, rápido, fui limpio y seco. No me gustó que me tratara de esa manera, que todavía insisto en calificar de injusta, sólo para demostrar quién tenía el poder en ese momento. Me dolió. Y se lo hice saber con una pregunta retórica, en tono bajo y reflexivo, con ambas manos a los lados de mi pecho:

–¿Qué pasa, vale?

Le di los billetes que había en la cartera, menos uno, y puse esa expresión de novio de telenovela al que acaban de dejar plantado. Ellos se fueron. Yo tomé mi morral y palpé la computadora. Saqué del otro bolsillo trasero una cantidad menor de dinero que siempre guardo allí por si acaso me roban. Y caminé, impotente pero hinchadote, directo a comerme una arepa que pagaría con mi tarjeta de débito por puro capricho. Cuando uno crece tiene que aprender a negociar, no todo se resuelve con violencia. Sobre las fotos, tuve que emplearme a fondo para sacar otras mejores porque nunca más volví a saber de ellas, pero me siento preparado para defender mis derechos de autor en una posible demanda.

Tres

Cuando el amigo de mi padre colgó el teléfono, recordé estos tres robos que me ha tocado sobrellevar. En 22 años que tengo viviendo en la puta Caracas, tampoco es que sea un average para desmayarse. Me hubiese gustado decirle que aunque las historias que le dijeron pueden ser ciertas, la realidad de esta ciudad no dista mucho de la que se vive en Río de Janeiro, por ejemplo, donde se celebrarán los próximos Juegos Olímpicos y la gente se ríe y baila y es encantadora y también roban autos y hay reglamentos informales que están por encima de las leyes y hay embarazos precoces y borrachos y un exceso de músicos y poetas y asesinatos y elecciones y otros sinónimos indiscutibles. Pero era lunes, venía de inscribir a mi hija en un preescolar, estaba almorzando tarde, acababa de tener sexo y fue maravilloso y todavía tenía que tomar un mototaxi hasta una oficina preindustrial con vista panorámica, reunirme, redactar la presentación de un proyecto editorial para 2011 que no podrá llevarse a cabo por falta de recursos, tomarme un té con un amigo músico que está de visita y se va mañana a su ciudad, suspender un encuentro de cervezas con una antigua jefa y regresar a mi casa a trabajar en un reportaje en formato libro que debo entregar en quince días y no estará completo. Así que creo que lo mejor fue lo que le dije: Feliz viaje. Porque hay cosas que es mejor vivirlas que escucharlas.

Übersetzung:

Barbara Buxbaum

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