mar – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Sísmico, volcánico y “tsunámico” y después y quizás, nuclear. (Carta a una muchacha que llegará de Celle un día) http://superdemokraticos.com/es/laender/deutschland/seismisch-vulkanisch-und-%e2%80%9etsunamisch%e2%80%9c-und-bald-vielleicht-auch-noch-nuklear-brief-an-ein-madchen-das-eines-tages-aus-celle-kommen-wird/ Fri, 13 May 2011 07:00:06 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=3794 S., amada S., busco el bolígrafo azul o negro y no lo encuentro. Ya te habrás dado cuenta. Y te escribo a topetones, perdido ya el vicio epistolar. Las Compañías y mercaderes del agua, de lavadoras o electricidad han conservado en algo este ejercicio del carteo físico, pero comunicando de manera epigramática y numérica siempre pésimas noticias: lo que se les debe, porque siempre se les debe. Nos ha quedado el e-mail, pero nació ansioso, sus respuestas urgen siempre hoy, por lo que la letra no reposa y las respuestas siempre enflaquecen en su tranco fugaz, sin la capacidad de monologar por turnos, o masticar lentamente cada aserto hasta la obviedad. Pero no hay vuelta. Urgido y urgente te escribo, apenas producido el terremoto y maremoto que une a Chile con Japón y, sobre todo, extendida la ruina nuclear que nos separa. Cuando uno ha sentido ese miedo, lo huele a miles de kilómetros de distancia -crecer es aprender a tener miedo-. Dudé en escribirte por tantos años y me salen en la velocidad estas letras, pensando que jamás te encuentres con lo mismo de lo mismo cuando recales en este Chile, satélite de sí mismo, de digresión y carcajada obligatoria. Telúrico, sísmico, volcánico y “tsunámico” y después y quizás, nuclear: hermoso como una lápida, de vino gordo y literatura de Semana Santa.

Alguna vez debí decírtelo, para jugar y juzgar al lugar común: la energía nuclear iba a salvar al mundo. Ahora hay que salvar al mundo de la energía nuclear. Qué impostura: mira quién lo dice y sabrás a qué está conectado. Como soy el desconocido que tengo más a mano, sigo el cablecito eléctrico -y ecléctico- que ahora me enlaza contigo. Claro, no llega a una usina enorme donde se cocina el átomo, no alcanza a lo que ahora a Japón le sangra, esa fábrica de puñaladas de luz. No. Pero mi soga de la energía llega a una mega represa hidroeléctrica que ha inundado tierras indígenas ancestrales, selvas milenarias y ese zumo de biodiversidad que nos mantiene boqueando, pero con vida. Entonces, cada puñalada de esta luz, no deja ni ceja, de ser una puñalada. Que el mayor derroche lo generan las grandes empresas mineras e industriales –esas con pies de cobre y paso de siderúrgica- y no las halógenas peatonales, ni los ordenadores, ni la plancha, ni el árbol navideño, sí. Menos culpa, pero culpa = culpa, o sea. Y las estocadas de luz se producen y reproducen: el hombre, ese condenado a muerte. Ni cantinela ni monserga. Te escribo con puñaladas de luz que han aniquilado ríos. Ni peor ni mejor que usar y pagar y promover aquello que une a un núcleo, esas radiaciones ionizantes, esos isótopos radiactivos que mueven a tu Celle de infancia, a tu Berlín de bicicleta adulta. Cuchilladas de luz, Windscale, Mayak, Tokaimura mon amour. El viento, tu germano viento, con esos 13,8 Gwatts de energía eólica salvará quizás tu pedaleo, que será el de nuestros nietos.

Acá nos invaden las hidroeléctricas y las termoeléctricas a carbón porque en 10 años necesitaremos cuatro veces más energía ya para enviarte un mail, ya para dividir una montaña en dos -Barrick Gold Corporation-, ya para estrujar el último bosque de celulosa -Arauco S. A.- (y acabo de encontrar mi lápiz negro). Por eso, mi país flaco y su gobierno “saca-cuentas” ha firmado hace unas semanas un acuerdo de colaboración nuclear con E.E.U.U. Soy cómplice, hermosa S. de Celle, de esta patria chica, que vulnera sistemáticamente los tratados medioambientales y se pone violenta cuando le clausuran una fábrica de celulosa. Miedosa y mierdosa, será la patria del bolsillo lleno, la cifra alegre y la inmundicia en la solapa, que finge no entender el mundo para sacar provecho de él. Tú lo sabes, si ocurriera acá al mismo tiempo –remezón y radiación- no seremos nipones, porque nadie cree ya en la no permanencia de las cosas, en el “mono no aware” o suave dolor ante la pérdida. Nadie cree en la contención. No es ni será Japón entonces porque aquí lloraremos con esas ganas de niño que tiene boca, con esas ganas de llanto que son el primer borrador del grito.

Pero lo verás, mucho de mi sur aún se mueve a agua y leña y vamos por ahora libres de fisión y venganza de los átomos. Esos que no te dejaron salir al parque, o comer zetas en el bosque cuando el viento y la lluvia ácida de Chernóbil. Estarás aquí y lo sentirás: aún nos queda un útero verde, ingenuo y frágil que no tiene prejuicios, porque ni siquiera tiene juicios. Lo hablaremos caminando entre avellanos: vivir es ver volver. Y no sabemos cuánto falta para tener nuestro Fukushima en el abdomen de la casa, aún cuando se reproducen represas en el patio.

Sí, mi amada S., confieso que lo he pensado recordando a Jaques Rigaut: hay personas que hacen dinero; otras neurastenia; otras niños. Las hay que hacen gracia, las hay que hacen el amor, y que hacen penas. ¡Cuánto tiempo es que yo intento hacer algo! No hay nada que hacer: no hay nada que hacer. Quizás hay pocas cosas más desagradables y perversas que el cariño como impostura y la calidez humana como sustituto de la justicia. Subsidiario, en la oblicuidad de la culpa, no me solazo, lo sabes: me cuelgo de a poco. Me cuelgo porque me suspendo. En todo ahorcado a plazo hay un militante que acusa y un parroquiano que tose. No me acabo, me suspendo, porque quiero quedar de pie, equilibrándome verticalmente como un vivo: la poesía no muere, sólo duerme, diría Alfonso Alcalde.

Pero S., amada S., vendrás y aún serán tiempos amables. Se moverá la tierra de vez en cuando, como sabe hacerlo, para despertar los cuerpos ciegos. Caminarás en playas reales con aguas que se acercan y se retraen, verdes y reales como esta felicidad porque tú llegas. Lloverá limpio y copioso arbolando todas las estaciones. Será como la mejor primavera en Celle, tu pueblo de piernas largas y maderas rojas. Te escribo luego, te escribo mañana, te escribo a apropósito, para que me contestes, niña de Vladivostok, muchacha de Celle, abeja inédita.

Valdivia / Angachilla/ Otoño de 2011

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Oda inconclusa a la respiración http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/unfertige-ode-an-die-atmung/ http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/unfertige-ode-an-die-atmung/#comments Wed, 11 Aug 2010 14:52:02 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=641 A eso de las 3 de la tarde me llamó por teléfono un cuerpo y no pude hablar con comodidad porque había gente en la sala y era un cuerpo que hace mucho tiempo no veía.

Lo conocí un día de verano suspendida de cabeza. Tras un torpe intento de pirueta en un pasamanos quedé enredada entre las barras de metal sin saber cómo bajar sin comprometer mi integridad. En eso, aparece un cuerpo bronceado y atlético sonriendo de mi situación “¿Qué pasa pequeña? ¿ te ayudo?”. Jeje- pensé- es un gusto, sálvame la vida rápido. Me bajó de aquella trampa mortal implementada por la municipalidad y de pronto estábamos ambos sobre la tierra mirándonos. Que yo vivo por aquí y paseaba interactuando estúpidamente con mi entorno. Que él venía a hacer barras mirando el mar porque este es un excelente lugar. Y fue así que nos dimos cita otro día abrasador en el malecón: él llega con su cuerpo y yo, venciendo ciertas dudas, llevo el mío. Conversamos en una banca y me besa, se activan los irrigadores del parque y se nos antoja refrescarnos. Él se acerca y mete la cabeza como un cachorro embistiendo una almohada de plumas. Yo me interno más tímida y recibo unas chispas en la cara. El cuerpo me abraza y me empuja al chorro de agua, nos mojamos entre risas. ¡Qué es esto por dios! La gente nos mira, es soft pornografía, un video de Chris Isaak o Britney en la playa ¡sólo falta la música! Él también lo nota. Sí, en mi casa hay música, qué casualidad. Llegamos y es el Caribe mi habitación, el cuerpo es pura fibra transpirando. Nuestro dios es la respiración. El vicio de uno mismo es respirar, nadie puede parar, se siente tan bien vivir. Es un ejercicio permanente. Respira. Sientes el aire supervisando todos los órganos, llevándole rosas al cerebro y lisonjas al corazón. Tomas conciencia de tu mano derecha, las yemas de tus dedos rozan el ratón, afortunado de ser rozado por tus magníficos dedos. Tu espalda podría estar más derecha, es tu centro y tu cetro. Respira de nuevo. Ahora sigue por tu cuenta, tengo que irme.

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Lecciones de olvido http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/lektionen-des-vergessens/ http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/lektionen-des-vergessens/#comments Thu, 01 Jul 2010 09:30:47 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=409

cuadro del pintor Arturo Borda

Cuando tenía 8 años en una clase historia el profesor nos habló de la Guerra del Pacífico. En casa ya me habían contado lo básico: en 1879 Bolivia había perdido su acceso al mar. El profesor tenía la cara compungida ya antes de hablar. Empezó dibujando un mapa en la pizarra, como para ir creando suspenso. Ya no recuerdo el prólogo (son brumosas ciertas zonas de la memoria infantil) pero el relato comenzaba con Chile declarándonos la guerra por las riquezas (guano y salitre) que se encontraban en un espacio (y que nos pertenecían desde siempre, enfatizaba el profesor) cuyos límites estaban en conflicto por años.

Como era carnaval, la declaración de guerra había sido tomada a la ligera para continuar la fiesta en paz. Cuando las tropas chilenas iban a ocupar la ciudad de Calama, un boliviano habitante de la zona del conflicto, comandando un ejército improvisado y en desventaja frente al del enemigo, les salió al frente. El héroe, de abundante bigote, se llamaba Eduardo Abaroa. Abaroa y su gente brindó una fiera resistencia pese a la desventaja, decía el profesor. Pero cuando ya quedaba solo él (los demás estaban muertos o habían sido tomados prisioneros) Abaroa continuó disparando hasta ser cercado por los soldados chilenos que, admirados por su osada perseverancia, le apuntaban exigiéndole su rendición. Ante el imperativo “ríndase” del comandante chileno Abaroa habría contestado “¿Rendirme yo?, ¡que se rinda su abuela, carajo!”. Luego de una defensa boliviana pusilánime la guerra se había desarrollado y, con celeridad y ya sin héroes decididos a inmolarse, sucedió la derrota boliviana. Y desde entonces no teníamos salida al mar y por eso éramos pobres. Todo esto decía aquel casi olvidado profesor de historia, que ya nos había transferido su tristeza, repitiendo seguro lo que había aprendido como alumno.

Años después (también en aulas, pero esta vez elegidas por propia voluntad) aprendería que todo era más complicado. Que no sólo había sido una guerra más (en la que luego también participó Perú) que una guerra entre dos países la Guerra del Pacífico habría sido una “querella por el excedente” impulsada por intereses exclusivamente comerciales, otra batalla sangrienta declarada por el desalmado espíritu del capitalismo. Que la clase dominante, que por generaciones había heredado el estado (y que lo seguiría ocupando luego por casi más de cien años), poseía un sentido patrimonial del aún amorfo país y que despreciaba lugares lejanos de su centro de operaciones, construido sobre la base del hecho de discriminar e ignorar a los indígenas, había dejado abandonado aquel territorio y no dimensionaban las consecuencias de su amputación. Que con la pérdida de la costa se había roto una exitosa lógica de ocupación espacial previa a la Conquista, el control transversal de varios pisos ecológicos, y que eso era tan grave como no poder comerciar con el mundo o entrar con mucho retraso a la modernidad. Que el resentimiento hacía Chile era otra ficción del Nacionalismo Revolucionario de 1952. Que la Guerra del Pacífico era el mito de origen de la desgracia nacional, el inicio de nuestra tradición como fracasados, el estigma de la desdicha. Que toda Historia es manipulación del pasado con fines políticos, para bien o para mal. Que mirarnos tanto tiempo para adentro nos había vuelto tristes y solipsistas. Que a veces conocer la historia no nos libra de cometer los errores del pasado sino que además nos impide la liberación en el presente.

Pero el tiempo es también buen maestro. Ahora sabemos que no se debe recurrir exclusivamente a la reconstrucción del pasado para construir la conciencia nacional o sentirnos menos, pero tampoco para construir utopías. Por lo tanto no hay que dejar de construir barcos.

No sólo una polémica

La enseñanza de historia en las escuelas forma la conciencia

Este es el mejor momento para estar. Mirando, actuando

Este espacio no puede ser posible sin otro espacio

No quiero más utopías con base en el pasado

Construir barcos

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