Julio Cortazar – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Axolotl Cyborg http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/axolotl-cyborg/ http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/axolotl-cyborg/#comments Thu, 16 Sep 2010 06:25:16 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1789

Axolotl. Foto: Ethan Hein, http://www.flickr.com/photos/ethanhein/

Estoy seguro de que ninguno de ustedes se ha preguntado jamás cómo percibe la globalización un ajolote secuestrado de su hábitat natural y que ahora vive en esta pecera que con tanto cariño he acondicionado.

La primera cuestión que le viene a la cabeza al bicho, es el origen de mi crueldad. Por cuál razón lo saqué de su hermosa casa en la laguna de Chapultepec, México, para traerlo a un frío espacio cerrado de la Ciudad de Guatemala. Tampoco termina de entender esos sonidos que se cuelan por las aguas causando un pequeño oleaje. Prefiere que ponga al más alto volumen la música más pesada, así puede ejecutar pequeñas destrezas de su época de surfer de los charcos. Cannibal Corpse lo enloquece. De los nacionales se queda con Evilminded, sin dudarlo.

El acento mío y de mis amigos no le resulta demasiado extraño a esta salamandra mexicana. De vez en cuando usamos la expresión “pinche” y hasta llegamos a decir “buey”, como remate de frase. No cantamos mal las rancheras. O sí las cantamos mal, pero con idéntica enjundia. Esto le ha hecho un poco menos traumática la mudanza. Aquí Los Tigres del Norte también rifan. Claro que cuando ya estamos muy borrachos nos gusta rescatar lo “nuestro” y entonces nos echamos el danzón con alguna pieza (país de las guapas mujeres y de la marimba, dicen) de Checha y su India Maya Caballero.

Este ajolote se nutre de música y de las radiaciones tóxicas que la minería a cielo abierto deja por estas tierras. Gracias a esto ha desarrollado la habilidad de leer y navegar por Internet, sin necesidad de un teclado. Vivo con un batracio telepático y le encanta husmear en mi correo electrónico. Le parece muy divertida mi correspondencia, con todos sus enredos, pasiones. Bucea en mi Twitter y también se entretiene leyendo los textos que colecciono como material investigativo para la novela que actualmente preparo. Le entusiasma leer todo lo relativo al transhumanismo y sus posibilidades como herramienta para la activación de un nuevo tipo de conciencia humana global. Se plantea y debate consigo mismo algunos asuntos bastante complejos: si la hiperconectividad a la Web es el primer paso en el desarrollo de un cerebro colectivo; si él sería el primer replicante de una nueva raza Axolotl Cyborg; si yo en realidad no existo y soy tan sólo un holograma de su conciencia.

De repente el ajolote me mira a los ojos, repitiendo la escena de aquel cuento de Cortázar. Se pregunta si nos ha pasado lo mismo que a los personajes y yo estoy ahora adentro de su cuerpo, pensando al interior de su piel tan fina. Me hago la misma pregunta, mientras lo veo girar y dar una vuelta de carnero espectacular que amenaza con recomponer el universo. Respiro, me tranquilizo. Todavía estoy de este lado de la pecera.

Para mi salamandra fluorescente el asunto de las lenguas no está del todo claro. Con frecuencia olvida el idioma en que ha leído un texto, lo cual le hace pensar que la mente aprovisiona las ideas en un código no necesariamente lingüístico. Hace poco quiso contarle a unos pececitos de colores que la poesía era el dispositivo histórico (genético) que usamos para cuestionar a las configuraciones de lo que percibimos como realidad material. Que a través de ella, de la poesía, evolucionamos. Luego, con elegancia, lanzó un haiku japonés que originó una pequeña hilera de burbujas. Pero, vamos, lo había dicho todo con un tono tan doctoral y flemático (como de filósofo alemán), que me resultó muy chistoso percibir la indiferencia de los peces. Estos pobres difícilmente saben si viven en el siglo XXI ó en el paleolítico. Y el Siglo de Oro, o el Romanticismo, ya que estamos, también les valen madres.

A mi Axolotl Cyborg, a fuerza de mirar tanta televisión por cable, lo ha terminado conquistando la publicidad. Incluso ha llegado a concebir un excelente producto, una marca, algo que le gustaría mucho comercializar: una serie de tapas de libros de Thomas Pynchon para que los pececitos de colores puedan forrar sus libros de Paulo Coelho, y así consigan leer sin ser víctimas de discriminación en entornos hipster. Le informo que en este país no tendrá mucho éxito su iniciativa, pues la gente directamente prefiere no leer. Lo hip por acá es no saber nada y acudir a fiestas electroclash. El ajolote se asusta y me hace prometerle que en mi próximo viaje a Buenos Aires lo dejaré acompañarme, para que pueda chapotear por las librerías. Hay unas muy buenas, le digo.

Sí, se me ha ido convirtiendo en un cínico y un confianzudo este animalito. Pero la verdad es que lo acepto así, con todos sus defectos. Es lo mínimo que puedo hacer después del daño que le he ocasionado, arrancándolo de su idílico entorno natural (donde convivía con tepocates y desechos industriales), trayéndolo a vivir a este nuevo paisaje: un hábitat que consiste en una pecera traslúcida puesta de frente a varias pantallas.

]]>
http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/axolotl-cyborg/feed/ 1
Configuración de privacidad http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/privatsphare-konfigurieren/ http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/privatsphare-konfigurieren/#comments Wed, 21 Jul 2010 07:00:34 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=491

Gif: Carolina Niño, http://photobucket.com/

1983. Besos de lengua con Silvana del Carmen, en los columpios de su casa. Ella tiene siete años.

1984. Me salvo de ser secuestrado por una bella mujer a la que dejé entrar a casa. Se roba las joyas de mi madre y piezas de lingerie. Salimos caminando de la mano, hacia la estación. La mujer se arrepiente en el último momento y me deja atrás, sin despedirse. Vuelvo a casa decepcionado por su rechazo.

1986. Escucho sonidos sexuales en la oscuridad de mi habitación. Los identifico con un gatito tomando leche. Unas horas antes había estado hospitalizado a causa de un fulminante ataque de asma. Le digo a la enfermera que el oxígeno tiene sabor a vainilla. No me responde.

1989. Juego al Atari y salto por los tejados del vecindario. En el colegio las niñas me eligen como el galán para acompañar a la representante de la clase en la elección de “Madrina del Deporte”. Ella se llama Marianne y estoy enamorado. Por las noches conduzco sueños lúcidos en donde siempre terminamos casándonos. Mi padre discute con mi madre antes del evento de belleza infantil. Mi madre asegura que siempre me eligen por mi estatura. Mis vecinos ya juegan al Nintendo.

1992. Un sábado por la mañana recibo la visita inesperada de mi primo. Se ha enterado de que por fin tenemos videocasetera y me inicia en el mundo del porno audiovisual. Gano popularidad, mejora mi reputación en la cuadra. Rosa trabaja ayudando en casa, me cae muy bien. Me gustaría Rosa si no le faltara ese par de dientes incisivos. Un par de amigos de la cuadra no se fijan en minucias: dan un salto cuántico en relación a mí y a mi pornografía. Antes de dejar la casa, Rosa se practica un aborto a partir del menjunje hervido de unas hojas.

1993. Posters gigantes de Nirvana en mi habitación. Paso de la virtualidad al desierto de lo carnal.

1996. Represento a la “voz lívida” en una obra de Brecht. Me fascina porque me maquillan como a Brandon Lee en El Cuervo. Cierta noche de septiembre me encuentro a uno de mis profesores, un sacerdote, en un night club. Al final de año las guerrillas y el gobierno firman la “paz firme y duradera”.

1998. Damos un concierto con mi banda y otras, en apoyo a las víctimas del huracán “Mitch”. Para entrar, la gente debe llevar una bolsa de maíz, o de frijoles.

1999. Viajo a Nicaragua, a los festejos del XX aniversario de la revolución sandinista. Tengo una epifanía en la frontera. Mi novia me exige a los gritos que le prepare un sándwich porque se muere de hambre. Hago tres de jamón y le doy uno al mendigo que se había acercado a pedirnos dinero. El mendigo le da la mitad de su pan a su perro. Al volver a Guatemala, terminamos la relación.

2000. Experimento a diario en Los Sims, videojuego de estrategia y simulación social. Me hago adicto a Prehistorik 2. Compro en La Habana una preciosa edición de Cuentos completos de Edgar Allan Poe, traducidos por Julio Cortázar.

2002. Rento un apartamento en la Calzada Roosevelt. Vivo con mi perro, Rilke. Mucha fiesta. Escucho con insistencia el disco Sub, de Bohemia Suburbana.

2003. Por pudor, no puedo contar nada de lo sucedido este año.

2005. Agarro fuego durante una fiesta de nuestro edificio en la Rue d’Alésia en París. Me había sentado muy cerca de unas velas aromáticas. No sufro quemaduras, pero quedo desnudo frente a todos. Muchos se ríen, señalando con el dedo. Mi novia me invita al concierto de R.E.M en el Palais des sports. No la quiero acompañar al de Tori Amos. Leo en Internet que la tormenta Stan borra del mapa a la aldea Panabaj.

2006. Surfeo la realidad entre abortos espontáneos, depresiones tremendas, fiestas almodovarianas y las maravillas del Renacimiento florentino.

2008. Durante mi visita a Medellín me dejo orientar por un Virgilio local, inventor de un paseo por la ciudad llamado “antropología de la muerte”. Lectoras de poesía me dejan papelitos por debajo de la puerta del hotel Nutibara. Creo un perfil en Facebook. Atravieso Francia a bordo de trenes de alta velocidad. Vivo un sabroso final de año en las playas de Copa Cabana. Ahí se me ocurre la idea de un libro sobre mujeres mexicanas y centroamericanas que viajan al Brasil a cazar a sus maridos fugados.

2009. Comienzo a investigar sobre la cirugía que debí hacerme hace mucho. Descubro que puedo optar por una prótesis. Participo de lecturas de poesía en Second Life y transformo mi adicción por el chat de Gmail en una herramienta de escritura. Veo cumplidas varias de mis fantasías sin proponérmelo. Meto por error mi pasaporte a la lavadora. Sale desleído, como si jamás hubiese volado. Termino el año vagando como un zombi por la calle Guatemala, de Buenos Aires.

2010. Ajusto al máximo la configuración de privacidad para mi perfil en Facebook.

Gif: Carolina Niño

]]>
http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/privatsphare-konfigurieren/feed/ 8
Soy un ciudadano de la via láctea http://superdemokraticos.com/es/poetologie/ich-bin-ein-burger-der-milchstrase/ http://superdemokraticos.com/es/poetologie/ich-bin-ein-burger-der-milchstrase/#comments Wed, 16 Jun 2010 14:09:31 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=228 Me llamo Alan Mills y soy originario de Guatemala, país de complejas configuraciones sociales, pero también territorio de inmensa riqueza cultural, mezcla (no sin conflicto) de lo ancestral y lo contemporáneo.

Desde mi tierna infancia he sido un fabulador y durante la última década he transformado esta mitomanía en una obra literaria, para divertir a los jovenzuelos del pasado, del presente y del futuro. También me considero un nómada: los últimos cinco años los he vivido entre Guatemala, Francia, España, Brasil y Argentina, por intervalos de seis meses a un año. Esto último, sin embargo, es difícil de verificar debido a mi costumbre de jamás tomar fotografías.

Hablo cuatro idiomas y me fascina visitar los senderos de culturas distintas a la mía. Me considero un nacionalista del lugar donde estoy.Mi micronovela Síncopes ha sido recientemente publicada en Francia por la editorial Rouge Inside. Antes se publicó en editoriales independientes de México, Perú y Bolivia. Está traducida también al portugués y al inglés. Para difundir mi trabajo me he valido de estrategias basadas en la web 2.0 y también reacondicioné ciertas nociones del marketing viral. Creo que la literatura es un virus capaz de infectar al cuerpo social, haciéndolo delirar y consiguiendo así que éste sea capaz de renovar sus propios campos culturales.

Me veo al espejo y me respondo a mí mismo. Sí. Me llamo Alan Mills y soy un guatemalteco descendiente de españoles y jamaiquinos. Tu cara es muy latinoamericana, me dice el espejo. Recuerdo aquella tarde invernal en París: viajaba en el metro sintiéndome un avatar de Julio Cortázar adentro de un cuerpo más tropical. En la estación Saint-Michel subieron a mi vagón unos músicos que improvisaban y al nomás verme, se pusieron a cantar “La bamba”. Para bailar la bamba se necesita una poca de gracia y otras cositas. Las otras cositas hacen que me sienta un ciudadano de la vía láctea y un nómada del tiempo.

Por debajo de la piel me palpita un nativo americano futurista. Nací hace poco más de treinta años bajo la custodia de un espíritu protector, mi nahual: el B’alam, el jaguar de las selvas mayas. Soy Balam Mills, entonces, y me organizo con la finalidad de amar, mi tono rítmico es la armonía. Soy guiado por mi propio poder duplicado. Algunos astrólogos afirman que aquellos cuyo nahual es el jaguar tienen siete vidas, como los gatos. Nacen, mueren, se crean y se recrean ellos mismos. Además, hay dos tipos de jaguares: los excéntricos y los convencionales. A veces estas dos personalidades conviven en el mismo sujeto. A los primeros les gustan las fiestas, a los segundos los automóviles exóticos y la ropa sesentera.

Me busco otra vez en el espejo. Por un momento me había perdido. Fui a rastrear en Google algunos datos olvidados de mi vida para poder comentarlos por aquí. No encontré nada digno de mencionar: es más interesante aquello que no puedo contarles. En la actualidad resido nuevamente en mi país, donde me dedico a explorar la biografía, la historia, lo social y lo político, investigando los alcances de la ficción bajo nuevos lenguajes y códigos.

Mantengo el blog Revólver. Mi mail es: alan1000s@gmail.com

]]>
http://superdemokraticos.com/es/poetologie/ich-bin-ein-burger-der-milchstrase/feed/ 5