Heimat – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Parto http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/entbindung/ http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/entbindung/#comments Fri, 03 Sep 2010 06:45:23 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1484 Mi vida, al igual que la de muchas madres – no diré nada nuevo-, se divide en un antes y un después de ese momento celestial en el que me encontré a mí misma hecha un mar de gritos, sangre, placenta, excrementos y vida. Ese momento, después del dolor extremo, en que una enfermera risueña me puso en el pecho una pequeña cosa agelatinada, una bolita caliente y azul que olía a mi cuerpo por dentro y abría una boca profunda para llorar con toda la fuerza de sus pulmones recién estrenados. Sinead O´Connors –  otra mujer que se volvió loca luego de ser madre- canta en una vieja pero memorable canción que todos los bebés nacen gritando el nombre de Dios. A mí me consta doblemente. Primero en una tarde de febrero, luego a primera hora de la mañana de un día de noviembre: mis dos bebés, mis dos bolitas de carne nuevecita y caliente, gritaron al nacer el nombre de Dios con toda la fuerza de la vida que comienza, con todo el miedo que debe dar nacer. El miedo de ver la luz en quien sabe dónde, de venir a no se sabe qué. Y después siguieron llorando con esa misma fuerza durante los primeros meses. Según Sinead O´Connors los bebés siguen llorando luego de nacer porque ya no recuerdan el nombre de Dios. No será ella una experta en pediatría, pero yo le creo. Pasé noches en vela consolando bebés sin pegar un ojo. Con fuerza de sirena antiaérea, mis bebés le gritaron al mundo que tenían hambre, frío, cólicos, miedo. Pasé noches amamantándolos, tratando de calmar un hambre infinita que parecía ser hambre de otra cosa. En cada desvelo me aparté de mí misma. Partí.

Mi vida, al igual que la de muchas madres – no diré nada nuevo, repito-, se divide en un antes y un después de ese momento en que vi la luz de esos ojitos. Desde entonces cualquier otra cosa me parece secundaria. Soy una mejor persona desde ese instante. Soy hija de mis hijos porque el día en que nacieron también nací de nuevo y ahora vamos pasando por la infancia entrelazados. Feliz de volver a ciertos juegos, pero con el desasosiego de pasar de nuevo por ciertos temores. Soy mejor persona, sin embargo, por el bien de mis críos mataría y mentiría sin ningún remordimiento. Me gusta encontrar en mí pensamientos criminales en pos del bien de mis hijos. Lejos de sentirme culpable, me siento fuerte. Desde pequeños insectos, pasando por asquerosas criaturas, sin detenerme si quiera en lo humano, eliminaría cualquier cosa que represente un peligro para mis hijos. Soy mejor persona en un sentido que está más allá del bien y del mal.

No soy ya un individuo, no soy indivisible: desde ese minuto del parto estoy partida, tengo varios corazones latiendo a un mismo tiempo. No soy ciudadano de ningún lugar, patria o bandera: vivo al servicio de dos principitos provenientes de planetas lejanos, asteroides pequeños y sublimes. Canto sus himnos de caramelos, me pongo firme ante sus banderas dibujadas con lápices de cera, creo en sus historias, les preparo sus comidas favoritas, les leo cuentos y más cuentos. Dicen que la madre es la patria, pero a mí me gusta invertir los dichos: mis hijos son mi patria. Por sus sonrisitas, me enrolo en el ejército más bravío. Dicen que la madre es la lengua, pero es mentira. El idioma que hablamos viene marcado por sus respiraciones.

Soy una ciudadana imperfecta: en lugar de pensar en leyes o colectivos, paso horas jugando a las reinas dormidas o al pollito inglés. En lugar de leer el periódico, paso horas imaginando tonterías junto a mis niños: si tuviésemos un loro en esta casa, qué diría… y todo tipo de cosas sin mayor utilidad porque no tenemos un loro, o porque los loros de este lado del mundo hablan menos que los tropicales.

No tengo autonomía, no soy UNA. No tengo todo el tiempo que quisiera para escribir, no puedo trabajar más horas ni quedarme durmiendo hasta tarde una mañana de domingo porque dos boquitas me reclaman.  Me voy de mi ego, eso sí. El parto es también partir de uno mismo, vivir más allá del ego, irse, desconcentrarse, dejar de mirarse el ombligo, dividirse en más de dos mitades. Se que un día mis hijos partirán, quedaré sola otra vez conmigo misma, dormiré a pata suelta cada mañana, pero también sé que entonces seré otra. Nunca volveré a ser lo que fui. Siempre estaré partida.

No mentiré: también está la literatura, el amor, la vida, la supervivencia. Pero a la hora de la verdad, lo único que me importa son esos dos pares de ojitos. Luego está todo lo demás, incluso yo misma.

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Ni como putas http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/nichtmal-als-nutten/ http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/nichtmal-als-nutten/#comments Thu, 02 Sep 2010 06:49:07 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1389 Un europeo que estuvo de visita en Argentina seguramente recuerda con agrado la hospitalidad: “¡Llamáme!” “Veni a casa, ¡hoy hacemos un asado!” Los argentinos reciben a los extranjeros con los brazo abiertos; siempre que vengan del hemisferio Norte. La gente de otras regiones pobres de Latinoamérica lo tienen más difícil.

“Argentina siempre se creyó una Argentina blanca”, dice Lourdes Rivadeneyra. “La discriminación contra los inmigrantes de países vecinos tiene mucho que ver con el color de la piel, con los rasgos faciales y con la pobreza. De repente eres, para muchos, un enemigo. Hubo en todo el barrio carteles que decían: no queremos a las bolivianas ni como putas”.

Rivadeneyra vino a Argentina procedente de Perú hace 18 años, hoy en día trabaja en el Inadi, la agencia argentina contra la discriminación. Allí ayuda a inmigrantes de Bolivia, Paraguay y Perú a construirse una nueva vida en Argentina. Alrededor del 10% de los 38 millones de habitantes de Argentina proceden de Paraguay, Perú o Bolivia.La gente sueña con el sueño americano“, afirma Rivadeneyra. “Creen que encontrarán en Argentina trabajo, una gran vida. Lamentablemente la realidad hoy en día es otra. Muchos no tienen trabajo, sobreviven en condiciones infrahumanas o con trabajos prácticamente de esclavitud“.

Abordados en la calle, los argentinos resultan distantes. No obstante, su rechazo a los inmigrantes se puede leer entre líneas.

Escuchen:

[audio:http://superdemokraticos.com/wp-content/uploads/2010/08/encuesta-argentina.mp3|titles=Encuesta / Umfrage]

Mujer 1: Pienso que hacen muchos trabajos que nosotros, los argentinos, no estamos dispuestos hacer

Hombre 1: Están muchísimo mejor de lo que alguna vez pudieron estar en su país de origen.

Mujer 2: Toda esta gente está utilizando nuestros servicios y no lo retribuyen. La gente no paga nada igual que si fuesen residentes de Buenos Aires.

Mujer 1: A veces también me sale alguna cosa xenófoba, de pensar mal de ellos o de discriminarlos, „ah, tiene que ser boliviano o paraguayo o lo que fuera“. Me enoja conmigo misma. A veces me sale. Soy humana, no lo puedo evitar.

Hombre 3: A todos los que vienen de afuera lo aceptamos. En otro país se quejan de eso. Que cuesta entrar en la sociedad. Acá el que viene de otro país lo aceptamos rapidamente. Pero lo que me está doliendo ahora, por ejemplo: el italiano y el español, que venía, era más sacrificado. Ahora está viniendo otro tipo de inmigración, de países limítrofes y son cómodos. Quieren que se les dé una casa, ocupan casa, que el italiano y el español no hacía eso.

Las encuestas muestran que seis de cada diez bolivianos se plantean abandonar la patria. Muchos de ellos quieren ir a Argentina. Porque están desinformados y no saben lo que les espera allí, dice Rivadeneyra. Un inmigrante jamás contará a los suyos que las cosas le van mal: El extranjero nunca va a decir a su familia que está mal.“

Tampoco a Shirley López le dijo nadie antes de su viaje que los bolivianos no son bienvenidos en cualquier parte de Argentina. Escuchó en boca de amigas que “Argentina era genial, que uno ganaba en dólares, que la vida era muy buena y la comida deliciosa“.

López es de baja estatura y tiene la tez oscura. Una mala punto de partida para una nueva vida en Buenos Aires. Shirley trabajó como modista en una fábrica textil coreana, ahora es ama de casa y se encarga de su hija pequeña. La mujer de 34 años vive en Argentina desde hace tres y todavía se siente como extraña. De no haber conocido a su hoy marido, habría vuelto hace ya mucho a Bolivia. Desearía que los argentinos le mostraran más respeto.

Todos los argentinos son migrantes. Y viven en el país de los quechuas, aymaras y querandíes. Pero no quieren entender eso. Siempre dicen que nosotros somos los invasores, los migrantes, porque somos chiquititos y morenitos. Insignifcantes, indios, nos dicen. Bolivianos de mierda, bolitas sucias.

Cuando Shirley echa de menos su patria, se va a la habitación, escucha música boliviana y cierra los ojos.

Escuche:

[audio:http://superdemokraticos.com/wp-content/uploads/2010/08/shirley-musica.mp3|titles=Shirley escucha música en su habitación]

Me gusta mucho escuchar la música de allá porque siento que estoy en mi tierra. Aúnque estoy encerrada en mi cuartito, parecie que estuviera allá cuando lo escucho más fuerte. Me imagino que estoy allá. Siempre la escucho, pero a veces me siento mal entonces prefiero no escucharla.”

Hasta mediados del siglo XX, los inmigrantes, sobre todo italianos y españoles, pero también judíos y árabes, han marcado profundamente a la sociedad argentina. Hoy en día la situación es otra, dice Rivadeneyra. Argentina debe acostumbrarse a los inmigrantes de todas las regiones latinoamericanas: “Antes apenas venían colombianos, hoy llegan mínimo diez al día, la mayoría jóvenes adolescentes. También vienen muchos refugiados de Haití, no sólo desde el terremoto. El problema es la pobreza. A un extranjero que tiene dinero no le discriminan.

Traducción: Ralph del Valle

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