escritor – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Chandrawati http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/tschandrawati/ http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/tschandrawati/#comments Mon, 04 Oct 2010 07:00:05 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2443 Mi primer libro se tradujo a muchos idiomas. A menudo los lectores alemanes me preguntan qué piensan en el extranjero de mis historias, por qué les interesan (al menos aquellas que tienen lugar en o tras la RDA). Estas historias son de hecho incomprensibles fuera de aquí. En ocasiones, algunos alemanes del Este me preguntan incluso si más allá del Elba alguien tiene la menor idea de lo que hablo…

Mi respuesta es siempre la misma: el sentido de la Literatura es acercar una historia a las personas, una historia que no han vivido y que no obstante se les puede ofrecer con posterioridad. No importa cuándo o dónde sucede la historia. O dicho de otra manera: si los libros no son capaces de llevar a las personas a una vida ajena, y con ello tocar su corazón, es que no es literatura, sino sólo una colección de palabras.

Los libros conectan a las personas. La Literatura construye puentes entre lugares, entre culturas, entre idiomas. No se me ocurre nudo alguno que sea más polícromo, más vivo, que una más estrechamente los milenios de nuestra existencia. No hay nada que pueda saltar el espacio y el tiempo con tanta pasión, y por tanto, tan poco envejecido. Creo que precisamente ahí está la fortaleza de la Literatura.

En mi primera biblioteca había historias infantiles, cuentos y algunas viejas obras de consulta. Guías de setas y plantas, léxicos de animales, colecciones de canciones (está documentado que a los cuatro años yo podía cantar el Venceremos…), el Weltall-Erde-Mensch. Al hacerme mayor, llegó la correspondiente literatura de adulta, que me iban regalando o que yo misma “realojaba” de tanto en tanto en mi habitación desde la biblioteca de mi madre. Sólo recuperó unos pocos títulos de aquellos. Hoy en día, mis posesiones han crecido hasta ocupar una habitación entera llena de estanterías hasta el techo llenas de libros.

Algunos de mis libros de la infancia me los llevé conmigo cuando me fui de casa de mis padres hace más de 20 años. Sobre todo los cuentos. Mis ediciones de los Hermanos Grimm y las de Hans Christian Andersen. Los cuentos románticos de hadas de Hauff y los de Bechstein, las adaptaciones de los clásicos cantos heroicos, así como una impresionante colección de cuentos de hadas de todo el mundo.

En la RDA se publicaron muchos libros de cuentos de hadas, muy por encima de la media. Era algo internacional, y pasaba más fácilmente por la censura que las obras contemporáneas. Uno de mis libros de cuentos de hadas se llamaba “Desde el almacén de flores de la Princesa Chandrawati”. Contenía cuentos de hadas de las Islas Mauricio. El título, aunque no era de paso simple para una lectora de ocho años, podía recitarlo de memoria desde el principio. No sólo el risueño “almacén de flores”, sino también el exótico nombre de la hija del rey me marcaron. Chandrawati. Las niñas de mi clase se llamaban Katrin, Sabine o Kerstin.

Las historias no me decepcionaron: había marajás, crujientes saris, flores amarillas de jengibre. Higueras y hadas que bailaban. Amaba mi almacén de flores. Cuando hace poco se puso ante mis ojos por casualidad, ligeramente conmovida, tiré del insignificante lomo del libro para sacarlo del estante, y me horroricé. Me aferraba a lo que en mi memoria era algo repleto de flores de colores y pájaros, y ahora era un estrecho y austero libro de bolsillo. Una portada completamente negra. Papel basto. Impreso sin apenas márgenes con una tipografía pequeña. Ninguna imagen, sólo alguna ilustración apenas esbozada de vez en cuando. Una pesadilla. Difícilmente indicado para niños tanto en lo óptico como en lo táctil.

La decepcionante confrontación con la realidad me impactó sobremanera. Sabía que mi libro tenía el aspecto que tenía, pero había olvidado lo grosero que era en realidad el cartón hidrofugado de la cubierta, lo ásperas que resultaban las páginas, lo mal que se pasaban.

Intenté recordar si ya por entonces me había dado cuenta de esto, y si había hecho alguna distinción entre el texto de esta versión de cartón reducido y el del alegremente colorido libro ilustrado para niños, que naturalmente también poseía. Pero no, no la había hecho. Entonces, la descolorida Cenicienta que tenía entre las manos, que tan lejos me había llevado, había arraigado en mi corazón mucho más que muchas publicaciones fastuosas. Naturalmente, había sido el mundo de Chandrawati: desde la discreta y polvorienta cubierta negra de cartón hasta el temperamento de colores salvajes, luces centelleantes y excitantes aventuras.

En cuanto devolví el libro al estante junto a los demás ejemplares, pensé por primera vez, que mis frecuentes visitas a las misteriosas Mauricio de tiempos remotos quizá eran uno de los muchos motivos por los que empecé a escribir, años más tarde.

El oficio de escritor, que nos ha unido a todos en esta plataforma, consume energía, es escariador y a menudo está repleto de dudas. Al menos para mí. Pese a ello, no puedo imaginar nada más esperanzador para el resto de mi vida que escribir libros llenos de historias…

Traducción: Ralph del Valle

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Daydream Nation http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/daydream-nation/ http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/daydream-nation/#comments Mon, 06 Sep 2010 09:13:10 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1716 He regresado a casa borracho / total perdido en camiones de la Ruta Norte / o en taxis amarillo confesionario a las 3 de la madrugada / con choferes que morirán encomendados a San Cristóforo / y arrastraran su caos celular por la cantinas del centro // Llevo una vida de escritura / despacho pollo frito para pagarme la botana rencorosa y amarga / que sirven en el Chalio’s Bar los sábados a las dos de la tarde / Soy un espécimen mexicano / fui un muchacho mexicano / seré un viejo mexicano // Mis ídolos eran Santo y Blue Demon / sobre el ring o en la pantalla del cine Laguna / mientras me bebía mi refresco marca Pep // Reuní 44 figuras de Star Wars / mi favorito era Han Solo // Vendí chicles en los camiones Campo Alianza / para complacerme lonches, gigantes de aguacate / en el mercado más pobre de la ciudad // Tuve una niñez confusa / por las tardes compraba un litro de tequila San Matías / para mi abuela que era alcohólica desde los 17 años // Crecí en el Mercado Alianza / donde ella tenía una pozolería / su clientela eran los borrachines de la cantina El mar rojo // Me he internado en el desierto / para comer peyote / y me tatué dos coyotes en el brazo derecho // Recorrí el país de raite / obligado a oír el parloteo incesante de los traileros drogados // He viajado de polizonte en el tren que va a Ciudad Juárez / estuve a punto de morir de hipotermia en la sierra de Chihuahua // Me he enfermado de salmonelosis / por entrarle a los tacos de tripas en la esquina de Matamoros y Acuña / me he enfermado de tifoidea / por cenar tortillones de con don Lolo a las 2 de la madrugada // Me gusta caminar por calles llenas de fábricas abandonadas / por la prolongada avenida a espaldas de la central camionera // Yo también he recorrido a pie las vías del tren // He compartido cerveza con desconocidos en lotes baldíos // He presenciado los peores partidos de béisbol de la Historia en el estadio Revolución // He contemplado el lecho seco del río Nazas llenarse de agua por primera vez en muchas vidas / lo he visto desde el Cristo enorme que habita la punta del Cerro de las Noas // He deambulado por todas las cantinas de la ciudad / bares, teibolsy antros gays // Una vez viví con una mujer // Me fui de pinta por los billares del barrio // Mi juventud fue Daydream Nation // He oído la música de todos los conjuntos norteños que se reúnen afuera del Gota de Uva // He dormido en las bancas de la alameda // Me he peleado en las cantinas / Me he vestido de negro / y cantado corridos de Cuco Sánchez / Qué ojos, qué piernas y qué cuerpos los de las mujeres de mi ciudad / Qué cantinas / el Perches, el Reforma, la Filomena / el Águila de oro / el Versalles / el Chava club / El otro paraíso // Y he chocado un carro que no es mío // Sé que moriré de cáncer / Y no me importa // He leído todas las leyendas obscenas inscritas en los baños del Mercado Juárez / yo he escrito algunas / y he descubierto que México no es un país de estreñidos // Leo los cables de las torres eléctricas / los arbotantes constituyen el esqueleto de la ciudad / los semáforos las arterías // Oigo a la patria en las cantinas / en cada botella sin destapar // Leo la palma de mi mano como quien embalsama un muerto / en el anfiteatro del hospital universitario // Y aún creo en el amor a oscuras // Sufrí por un amor anoréxico // Soy un mexicano // No tengo visa ni pasaporte // Llevo una vida de escritura // Escribo con las llaves de la ciudad en la mano // Y quizá no conseguiré nada / ni entradas para el cine / ni pastillas para dormir // Y quizá no llegaré a ninguna parte // Pero como todos / conservaré mi derecho a desaparecer.

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Equipaje de mano http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/handgepack/ http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/handgepack/#comments Wed, 18 Aug 2010 14:17:30 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=821 Lo importante es comer – dice Paul, con una bolsa de tomates verdes en la mano. Paul sufre de dos males no sólo incompatibles, sino individualmente incurables: la pobreza, y el buen gusto para la comida. Cada uno de sus movimientos está programado para ejercitar en igual medida el aprovechamiento máximo de los ingredientes y la generosidad artística con la que cocina. Comer con Paul es el momento en que la alimentación toma sentido, y de paso se hace concreta cualquier teoría económica que sirva para explicar por qué este hombre, un fiel consumidor, ha quedado fuera de los pasillos de los supermercados.

Lo importante es coger – dice Beth, moviendo los brazos como si fuera a levantar vuelo. Estás segura? Le pregunto. Entonces deja caer los brazos, uno sobre mi cabeza. Beth tiene una pequeña empresa de pornografía casera, de modesto éxito comercial. Mi cuerpo es mi religión, dijo solemnemente una vez, añandiendo que no sería la primera en convertir su religión en su primera fuente de ingresos. Por supuesto que no está segura, la seguridad de Beth es temporal, como si en cualquier momento fuera a levantar vuelo.

Lo importante es escribir – me dijo Martín, el que siempre tiene la página en blanco. Martín, qué putas estás haciendo? No deberías terminar al menos una historia, un cuentito corto? No deberías ponerte a trabajar en esto de verdad, ponerle empeño y actitud encima al talento? Es que para escribir hay que vivir, y una cosa se interpone en el camino de la otra. Lo importante entonces, dice Martín, no es escribir, sino ser escritor.

Lo importante es que la gente sepa – me dice Carla. Ella quiere que “la gente” conozca las historias terribles y valerosas de todas estas mujeres centroafricanas a las que ella quiere tanto. Ese trabajo le permite preocuparse todo el día por las demás y evitar su propia historia que en comparación parece pequeña, triste, patética y sospechosamente libre de heroísmo y de circunstancias adversas. Pero una vez que la gente sepa, qué haremos Carla? Qué tal si la gente sabe, pero quiere vivir como si no supiera?

Lo importante es dormir – dice mi hermano Adrián, que es médico de emergencias. Dormir y si uno tiene suerte, al otro día despertar. Cada vez que abro los ojos en la mitad de la noche y reconozco el olor del insomnio, me siento doblemente mal por estar desperdiciando el sueño que otros se merecen. Mi hermano se queda dormido al principio de todas las películas, en medio de todas las fiestas y al final de todas las conversaciones. Hemos aceptado su narcolepsia como una de las tantas maravillas de su personalidad. Nadie sabe qué angustias lo atormentan en la noche, pesadillas de gente despierta.

Lo importante es el raiting – me dice Mariana – o su equivalente en estadísticas, usuarios únicos, visitas convertibles. No tenemos una verdadera posición política, sino que pescamos usuarios, lectores, televidentes… una vez que muerden el anzuelo podemos cambiar de enfoque para captar otro segmento. Mariana se especializa en generar la apariencia de una opinión contundente y fundamentada, pero lo suficientemente light para que nadie quede permanentemente resentido. Su flexibilidad intelectual le permite mantener no sólo un alcoholismo de baja densidad, sino una impresionante colección de zapatos de todos colores.

Una vez me mudé a otro país con una sóla valija, que contenía ropa para un viaje de negocios de dos semanas. Adentro no había nada importante. Diez meses después regresé a mi país, donde ya alguien más había sacado todas mis cosas del que fue mi departamento. Las cosas estaban repartidas por diferentes lugares, y en varias cajas estaba mi ropa, mis libros, mis cuadros, mis cuchillos de cocina, pero entre ellos no encontré nada que quisiera llevar a mi nueva vida. Ahora cada vez que empaco me doy cuenta de que no llevo nada indispensable, y me da un ataque de tristeza. Quisiera poder declarar la importancia de las cosas, como los demás, pero no logro articular. Supongo que ya sentada en el avión, lo importante es que no se caiga.

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