basura – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 El colector de botellas http://superdemokraticos.com/es/themen/atomenergie/der-flaschensammler/ Wed, 25 May 2011 08:00:17 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=3856

Colector de botellas en el parque Görlitzer Park, Berlín. Foto: Nikola Richter

Todo giraba en torno al ahorro. Al entrar a la primaria me dieron una cuenta de ahorros, un librito rojo en el que un empleado de ventanilla escribió a mano el estado de mi cuenta y me pasó la libreta Knax, un extraño comic de ahorros. En esta revista de historietas, para nada chistosas, los amiguitos desgreñados Didi y Dodo me instigaban a divertirme a montones y, por su puesto, a ahorrar. Cada año escolar y cada cumpleaños mis abuelos me asignaban una cantidad exacta y así creció con los años la suma de mi cuenta. El para qué estaba ahorrando, no lo supe nunca. Yo lo tenía todo: un columpio en el jardín, un cerezo japonés para treparme en él, una hermana, en algún momento tuve incluso al ratón Mickey como mascota. Teníamos que comprarle comida y paja, pero con el dinero de la mesada que recibíamos cada semana alcanzaba. Para eso (ahorrar, ahorrar, ahorrar…) me dieron una caja fuerte de plástico con una cerradura de combinación, un artefacto de alta seguridad contra los ladrones, rateros y criminales, que merodeaban nuestro hogar.

Ahorrábamos, y no era solo el dinero para la comida del ratón, sino sobretodo ahorrábamos energía, esa fuerza inmaterial, recelosa. Después de la explosión del reactor en Chernóbil, después de que una nube imperceptible contaminara nuestra leche y nuestros hongos, que crecían tan lejos de Ucrania, comenzó el ahorro, ahora sí en serio: descargas más cortas de agua en el lavabo, no dejar la llave abierta al lavarse los dientes, papel higiénico de papel reciclado, recalentar la comida del día anterior, separar la basura, el plástico, de las botellas, de los residuos biodegradables, apagar la luz al salir de casa, no dejar los aparatos en standby. Alemania quería ser de los buenos. Desde hace poco, desde el 2011, hay en Alemania en algunos lugares los llamados contenedores de desechos reutilizables, donde se pueden depositar todos los aparatos eléctricos para así ahorrar: tostadoras, celulares, chatarra eléctrica. Hasta el 2020 se quiere reutilizar el 65% de todos los desperdicios producidos en casas privadas y el 70% de los desperdicios producidos en demoliciones y construcciones. A eso se le llama “urban mining”. Regresan los comerciantes de desperdicios, que halan por las calles sus cacharros cargados de materias primas urbanas. En Berlín, por ahora, eso solo lo hacen los colectores de botellas, quienes acechan las botellas retornables de cerveza dejadas después de la fiesta en parques, bancas y a la orilla del canal. Por las noches los escucho parqueando sus carritos de mercado llenos de botellas y contando su botín bajo un farol. Tintinea. “Las personas se dividen entre los que colectan botellas y los que las botan” (cita de un colector). El año pasado el periodista Uwe Ebbingheus hizo un reportaje para el periódico FAZ sobre el colector de botellas Friedhelm W., quien se costeó con el dinero recogido con envases vacíos, una tarjeta de viajero frecuente, Bahncard 100. Con ella, pertenece este nómada ferroviario a una elite de solo 35.000 personas en Alemania, que se pueden dar el lujo de pagar 350 euros mensuales por una tarjeta anual. Es un sueño: viajar a donde uno quiera, cuando uno quiera, sin tener que pensar en el billete. Colectando botellas Friedhelm creó para sí una movilidad sin límites.  Independencia. Un estatus entre sin techo y con casa. Una naturaleza de otra índole.

En vez de denunciar la pérdida de la condición natural e irse a buscar petirrojos en extinción, como el escritor Andreas Maier, podría ser productivo reflexionar sobre la naturaleza de nuestra propia civilización. Como se cuestiona Georg Diez: ¿Se ha vuelto Alemania un país con consciencia solo por sus manifestaciones contra la energía atómica y por tener el primer ministro presidente de los verdes, Kretschmann? Yo no creo. Pero el remordimiento de conciencia que nos metieron por años, a nosotros, los ahorradores, nos ha superado. Por eso abogo por cambiar el ahorrar por el recolectar. Dejemos atrás ese discurso oprimente del  “no-dejar-circular” y lleguemos a un “mira-lo-que-tengo” más liberador. Hay que proteger esto. Las aguas europeas se han limpiado un poco en los últimos 20 años, uno puede nadar en muchas partes.

Reserva viene del latín “reservare”, proteger. Hay suficiente energía sin usar en todos lados. Enfriar es más difícl que calentar. Lo acabamos de ver en Fukushima.

Traducción: Natalia Guzmán Díaz

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Globos, Balcanes y literatura http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/espanol-globos-balcanes-y-literatura/ Mon, 27 Sep 2010 15:01:57 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2230

Teníamos 18 años, faltaba poco para que acabase un siglo movidito, y yo y mi amigo Boris buscábamos libros con la desesperación de los adictos. En nuestra ciudad no existían librerías (o había una que no tenía casi nada) por lo que nuestras pesquisas se centraban en los estantes de familiares y amigos: preguntando, tomando prestado, robando (bibliotecas cercenadas por las limitaciones, el oficio y el mal gusto). Nos daba igual, lo que encontrábamos nos servía: éramos felices en nuestra restricción. La lectura nos motivaba a leer más, sin pensar mucho en el futuro ni en sus consecuencias. Un día nos llegó el rumor de que fulano de tal tenía las Obras Completas de Borges de Emecé, de 1979. Cuando conseguimos la dirección del que poseía dicho volumen, fuimos en la destartalada moto del Boris y tocamos todos los timbres de la cuadra hasta que dimos con la casa. Salió un tipo al que jamás habíamos visto y luego de la breve explicación del Boris entró a la casa y volvió con ese libro de tapas verdes. Arrancamos directo a la fotocopiadora y luego de una hora regresamos para devolvérselo. Que no hubieran libros (ahora tampoco hay mucho más que entonces) me parece que también era un síntoma del perfil filisteo y oscurantista que caracterizaba a quienes administraban el poder en mi ciudad: es más fácil dominar a alguien no tiene información o no sabe qué hacer con ella.

Para nosotros el mundo era ancho y ajeno, aunque eso estaba a punto de cambiar. Íbamos a tener que adaptar nuestras antenas del modelo analógico al modelo digital. Un año antes de que terminase el siglo XX ya podíamos leer en la web revistas y diarios que habían sido inconseguibles y que tenían status de mito en nuestras tertulias monotemáticas: con un clic podíamos acceder a novedades y clásicos (o al menos enterarnos de su existencia). Con un clic nos sentíamos verdaderamente contemporáneos de nosotros mismos. Pero en “la realidad” la circulación de los libros seguía siendo escasa y tenía más bemoles que armonías: precios exageradamente caros frente a sueldos paupérrimos que cada día tenían menor capacidad adquisitiva, banalización del rol de la literatura, presencia de consorcios multinacionales que se encargan de delimitar nuestra “literatura nacional” (sesgando el debate, ignorando obras y autores y descartando el diálogo entre tradiciones literarias lingüísticas que superan con creces el criterio mezquino de las fronteras como delimitador, produciendo los textos escolares que deforman el sentido de la literatura en la educación, etc.). Esta “literatura nacional”, patrocinada por estos consorcios, en muchos casos era nada más que un acuerdo ideológico entre un público (que podía comprar estos libros caros y que disfrutaba de estas historias marcadas por el sello de clase) y autor (muchas veces proveniente de este mismo público escaso). Muchos aspectos han ido minando este efecto perverso, entre ellas la accesibilidad que brinda internet.

Si bien acá no existen librerías parecidas a supermercados donde los libros se venden exclusivamente como mercancías con fecha de vencimiento (perdiéndose así en el olvido muchos libros valiosos) seguimos en la condición de mercado de pulgas cultural,  al que sólo llegan los deshechos o las sobras de los mercados grandes. Lo que algunos autores (Piglia y Link, entre ellos) denominan “balcanización” de la literatura latinoamericana. Libros basura de autoayuda, pésimas traducciones de clásicos, best-sellers espurios, pero casi nunca las obras que están transformando y ampliando nuestra lengua (común pero increíblemente diversa), cambiando las sensaciones de lo que es ser latinoamericano, reformando el canon, etc. Hasta mientras, con sus limitaciones e ilusiones, con paciencia pero también con furor, vamos a seguir resistiendo gracias a la web. Páginas de arenisca que seguimos consumiendo con mi amigo Boris. No nos vamos a rendir tan fácil.

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Descartables http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/espanol-descartables/ http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/espanol-descartables/#comments Fri, 13 Aug 2010 14:25:56 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=784 Sobre la última muestra del artista argentino Diego Bianchi

En la muestra “Ejercicios espirituales” Bianchi desparrama por la sala pedazos de cuerpos, torsos, extremidades, cuerpos desarticulados y chamuscados, salpicados de cemento, cabezas, marañas de pelos por el piso, el techo y por distintos lugares de la sala, que más que sala de arte parece una sala de torturas.

En muestras anteriores Bianchi (a quien considero uno de los artistas contemporáneos argentinos más interesantes) trabajó con objetos, recolectaba material descartable o descartado, básicamente basura, para crear instalaciones.

“Junté durante varios días objetos de la calle: cajas, bolsas, plásticos, papel, muebles, sillas rotas, tubos de luz, etcétera. Revisé cajones con antiguas pertenencias, conseguí telas, tuberías, vidrios rotos, maderas, mangueras, cables, hilos. Llevé telgopor, ramas, plantas, flyers, documentos, facturas vencidas, fotos, casetes, disquetes, revistas, sábanas, remeras. Utilicé todos los almohadones de la sala, sillas de jardín, dos cuadros de Fernanda Laguna, puertas, sillas de plásticos, el teléfono, la mesa, la escalera y los bancos… Una vez que todo estaba allí empecé a girar con todo esto alrededor de la columna, comencé a mezclar las cosas, retorcí, até y enrosqué…” (Diego Bianchi, sobre la instalación “Daño” en la galería Belleza y Felicidad).

Lo que tortura y retuerce en esta muestra, no son objetos, son cuerpos o cuerpos-objetos. Esto me resultó sumamente poderoso… cómo esos objetos, torturados, llamados cuerpos, son manipulados, forzados y cómo sobre ellos el poder de otros cuerpos se impone. En este pasaje de las cosas al cuerpo y de la instalación a la escultura, los objetos ahora son esculpidos, formados y esos objetos son cuerpos… también desechables.

Porque estos cuerpos, como decía Fabre en su artículo, están bajo una dictadura de la moda y bajo una dictadura de las comunicaciones que nos hacen creer que somos libres, que elegimos… cuando todo está manipulado. Entonces, está bien seguir hablando de la “docilidad” de los cuerpos.

Y esa docilidad del material, que para Bianchi puede ser sometida, utilizada, transformada y perfeccionada, como los cuerpos, hablan de una coerción constante que vela sobre los procesos de la actividad más que sobre su resultado.

Aquel poder disciplinario y de control, del que hablaba Foucault, en estos tiempos globalizados profundiza un castigo silencioso que opera con la finalidad de producir cuerpos domesticados, utilizables y descartables.

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