Claudia Rusch – Los Superdemokraticos http://superdemokraticos.com Mon, 03 Sep 2018 09:57:01 +0000 es-ES hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9.8 Chandrawati http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/tschandrawati/ http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/tschandrawati/#comments Mon, 04 Oct 2010 07:00:05 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=2443 Mi primer libro se tradujo a muchos idiomas. A menudo los lectores alemanes me preguntan qué piensan en el extranjero de mis historias, por qué les interesan (al menos aquellas que tienen lugar en o tras la RDA). Estas historias son de hecho incomprensibles fuera de aquí. En ocasiones, algunos alemanes del Este me preguntan incluso si más allá del Elba alguien tiene la menor idea de lo que hablo…

Mi respuesta es siempre la misma: el sentido de la Literatura es acercar una historia a las personas, una historia que no han vivido y que no obstante se les puede ofrecer con posterioridad. No importa cuándo o dónde sucede la historia. O dicho de otra manera: si los libros no son capaces de llevar a las personas a una vida ajena, y con ello tocar su corazón, es que no es literatura, sino sólo una colección de palabras.

Los libros conectan a las personas. La Literatura construye puentes entre lugares, entre culturas, entre idiomas. No se me ocurre nudo alguno que sea más polícromo, más vivo, que una más estrechamente los milenios de nuestra existencia. No hay nada que pueda saltar el espacio y el tiempo con tanta pasión, y por tanto, tan poco envejecido. Creo que precisamente ahí está la fortaleza de la Literatura.

En mi primera biblioteca había historias infantiles, cuentos y algunas viejas obras de consulta. Guías de setas y plantas, léxicos de animales, colecciones de canciones (está documentado que a los cuatro años yo podía cantar el Venceremos…), el Weltall-Erde-Mensch. Al hacerme mayor, llegó la correspondiente literatura de adulta, que me iban regalando o que yo misma “realojaba” de tanto en tanto en mi habitación desde la biblioteca de mi madre. Sólo recuperó unos pocos títulos de aquellos. Hoy en día, mis posesiones han crecido hasta ocupar una habitación entera llena de estanterías hasta el techo llenas de libros.

Algunos de mis libros de la infancia me los llevé conmigo cuando me fui de casa de mis padres hace más de 20 años. Sobre todo los cuentos. Mis ediciones de los Hermanos Grimm y las de Hans Christian Andersen. Los cuentos románticos de hadas de Hauff y los de Bechstein, las adaptaciones de los clásicos cantos heroicos, así como una impresionante colección de cuentos de hadas de todo el mundo.

En la RDA se publicaron muchos libros de cuentos de hadas, muy por encima de la media. Era algo internacional, y pasaba más fácilmente por la censura que las obras contemporáneas. Uno de mis libros de cuentos de hadas se llamaba “Desde el almacén de flores de la Princesa Chandrawati”. Contenía cuentos de hadas de las Islas Mauricio. El título, aunque no era de paso simple para una lectora de ocho años, podía recitarlo de memoria desde el principio. No sólo el risueño “almacén de flores”, sino también el exótico nombre de la hija del rey me marcaron. Chandrawati. Las niñas de mi clase se llamaban Katrin, Sabine o Kerstin.

Las historias no me decepcionaron: había marajás, crujientes saris, flores amarillas de jengibre. Higueras y hadas que bailaban. Amaba mi almacén de flores. Cuando hace poco se puso ante mis ojos por casualidad, ligeramente conmovida, tiré del insignificante lomo del libro para sacarlo del estante, y me horroricé. Me aferraba a lo que en mi memoria era algo repleto de flores de colores y pájaros, y ahora era un estrecho y austero libro de bolsillo. Una portada completamente negra. Papel basto. Impreso sin apenas márgenes con una tipografía pequeña. Ninguna imagen, sólo alguna ilustración apenas esbozada de vez en cuando. Una pesadilla. Difícilmente indicado para niños tanto en lo óptico como en lo táctil.

La decepcionante confrontación con la realidad me impactó sobremanera. Sabía que mi libro tenía el aspecto que tenía, pero había olvidado lo grosero que era en realidad el cartón hidrofugado de la cubierta, lo ásperas que resultaban las páginas, lo mal que se pasaban.

Intenté recordar si ya por entonces me había dado cuenta de esto, y si había hecho alguna distinción entre el texto de esta versión de cartón reducido y el del alegremente colorido libro ilustrado para niños, que naturalmente también poseía. Pero no, no la había hecho. Entonces, la descolorida Cenicienta que tenía entre las manos, que tan lejos me había llevado, había arraigado en mi corazón mucho más que muchas publicaciones fastuosas. Naturalmente, había sido el mundo de Chandrawati: desde la discreta y polvorienta cubierta negra de cartón hasta el temperamento de colores salvajes, luces centelleantes y excitantes aventuras.

En cuanto devolví el libro al estante junto a los demás ejemplares, pensé por primera vez, que mis frecuentes visitas a las misteriosas Mauricio de tiempos remotos quizá eran uno de los muchos motivos por los que empecé a escribir, años más tarde.

El oficio de escritor, que nos ha unido a todos en esta plataforma, consume energía, es escariador y a menudo está repleto de dudas. Al menos para mí. Pese a ello, no puedo imaginar nada más esperanzador para el resto de mi vida que escribir libros llenos de historias…

Traducción: Ralph del Valle

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¡Arriba la Internacional! http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/hoch-die-internationale/ http://superdemokraticos.com/es/themen/globalisierung/hoch-die-internationale/#comments Thu, 16 Sep 2010 07:05:27 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1938 No acabo de entender bien por qué se reacciona como se reacciona ante la globalización. El comercio global, y la homogeneización económica, social y cultural ligada al mismo, no son nada nuevo. Para tomarse la interconexión global de la economía y la anulación de los estados nacionales como un fenómeno exclusivo de la última década, son necesarios muchos años de dormirse en las clases de Historia. Ya Marx y Engels se pronunciaron con precisión sobre este tema:

La necesidad de encontrar mercados espolea a la burguesía de una punta o otra del planeta. Por
todas partes anida, en todas partes construye, por doquier establece relaciones. La burguesía, al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita. […]
Las viejas industrias nacionales se vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es problema vital para todas las naciones civilizadas; por industrias que ya no transforman como antes las materias primas del país, sino las traídas de los climas más lejanos y cuyos productos encuentran salida no sólo dentro de las fronteras, sino en todas las partes del mundo. Brotan necesidades nuevas que ya no bastan a satisfacer, como en otro tiempo, los frutos del país, sino que reclaman para su satisfacción los productos de tierras remotas. Ya no reina aquel mercado local y nacional que se bastaba así mismo y donde no entraba nada de fuera; ahora, la red del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de interdependencia, todas las naciones. […]
La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción, con las facilidades increíbles de su red de comunicaciones, lleva la civilización hasta a las naciones más salvajes. El bajo precio de sus mercancías es la artillería pesada con la que derrumba todas las murallas de China, con la que obliga a capitular a las tribus bárbaras más ariscas en su odio contra el extranjero.

TACHAAAAAAN.

Esta cita pertenece al Manifiesto del Partido Comunista, primer capítulo, “Burgueses y proletarios”. El Manifiesto se publicó por primera vez en 1844, por lo que tiene 166 años y su tiempo es anterior a la aviación, a los automóviles, trenes de alta velocidad y barcos de carga, anterior a la electricidad, a las guerras mundiales, internet, a la tecnología móvil y demás modernos inventos del diablo que, según la opinión general, han traído la presente globalización. Incorrecto, sin embargo, si Marx y Engels ya lo sabían entonces. En realidad, el expansionismo yace en el mismo corazón del Capital.

O en la naturaleza del ser humano, incluso. Después de todo, la masacre brutal de gran parte de la población autóctona de Suramérica en manos de los conquistadores tenía algo que ver con una expansión y exportación planetarias de cultura. O la colonización de África, Asia y demás. Si eso no fueron rotundos intentos de globalización…

De hecho, no soy una persona que se destaque por citar a la mínima a Karl Marx (por motivos anclados en la naturaleza de mi historia), pero en el tema de la globalización me resulta sencillamente imbatible. Sobre todo la observación sobre el “mercado local y nacional que se bastaba así mismo y donde no entraba nada de fuera”. Precisamente ESO lo he vivido yo en primera persona, el abastecimiento suficuente de alimentos para la población del bloque comunista fue, hasta el final, un considerable problema, y sucedía en cada país con los productos propios de esa tierra. Cuando yo le cuento a un alemán occidental historias sobre este ritmo alimenticio propiciado por la temporada del año, escucho con frecuencia lo ecológico, saludable, tradicional y por lo tanto lo mucho mejor que era este sistema. Los viejos tiempos… Sinceramente: pese a que comprendo perfectamente los múltiples problemas que la importación y circulación global de alimentos supone, intento hacer siempre en este punto una puntualización: ¿cuál es el abanico térmico de Alemania? Creo que los niños del Estado del Bienestar tienen una percepción equivocada del campo. La chucrut y los nabos no son plato nacional por casualidad.

El no tener que comer durante meses col, patatas del sótano y fruta confitada, no es lo único que disfruto en mi día a día de la globalización. También el detalle de poder ir a una farmacia chilena tras darme un golpe contra una roca del Pacífico, pedir “ibuprofeno” con mirada estúpidamente confiada y recibir el medicamento deseado, es globalización.

Y también el detalle de poder caerme al agua como una niña pequeña en Isla Negra, en la otra punta del mundo, es globalización.

Y todo de lo que hablo en este blog germano-sudamericano, es globalización.

Y estar escribiendo todo desde una soleada terraza en Mantua, Italia, a cuyo festival de Literatura he sido invitada junto a otros cien autores de todo el mundo: todo pura globalización.

Estoy condenadamente contenta de ser parte de todo esto. Enloquecería relacionándome sólo con alemanes en Alemania. ¡Viva la Internacional!

Eh, la de la literatura, digo. Como decía, Marx y yo no nos llevamos del todo…

Traducción: Ralph del Valle

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Los extraños, la libertad y la vida http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/die-fremde-die-freiheit-und-das-leben/ Wed, 01 Sep 2010 15:08:48 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=1554 En las semanas pasadas compartí mucho tiempo con mi amigo americano. De las dos Américas, si uno quiere. Javier es colombiano, pero vive hace 16 años en la ciudad de Nueva York. No tiene pensado dejar nunca más los Estados Unidos. Desde abril está oficialmente nacionalizado en USA. Su viaje a Berlín es el primero con su nuevo pasaporte.

Anteayer le pregunté si se sentía más colombiano o más americano. Para mi sorpresa no dudó mucho en decir: „ciudadano americano“, „entre tanto“, acotó.

Nuestra amiga en común: Ximena, que proviene de Odessa en el Mar Negro, que igual que Javier vive en Nueva York y también tiene la ciudadanía americana, responde a la pregunta según la ocasión. A veces se presenta como Rusa, otras como americana, en ocasiones como ucraniana. De acuerdo a lo que en el momento combina con ella mejor. En cuanto pueda hablar el idioma de su marido alemán (y su nueva casa), esa se convertirá en su cuarta opción. De eso ya estoy segura y  de alguna manera, tiene razón.

Me siento muy unida a los dos. El tema migración me acompaña hace media vida – y eso que jugó un rol concreto apenas un par de años. Pero la sombra que entonces proyecto sobre mi destino es enorme hasta el día de hoy.

Desde que tenía quince años tuve planes para abandonar la RDA, desde los diecisiete eran reales. Habría viajado en el verano de 1990. Si o si. Mudarse de la RDA no significaba simplemente irse a vivir a otro país: significaba irse definitivamente, despedirse para siempre de los amigos y los parientes. Tal vez no habría vuelto a ver a ninguno de ellos. Lo sabía. Ese era el precio de mi libertad. Hasta el día de hoy no me puedo imaginar cuanto habría sufrido por esa separación.

Entonces cayó el Muro en 1989 y no tuve que irme. Tenía 18 años pude estudiar, pude viajar, pude tomar las decisiones en mi vida y pude hacerlo sin abandonar a mi familia. Pude ahorrarme todo eso y, sin embargo, ha quedado algo de los planes secretos de entonces, de la juventud en el país aislado, de los sueños de libertad, que sólo pueden realizarse en la distancia y entre extraños.

Cuando estoy de viaje me convierto en la niña recién escapada de la RDA, que es feliz y esta agradecida por poder ver el ancho mundo, como por un milagro. Sobre todo cuando estoy en América (en la del sur o la del norte) me asalta el tema. Igual que antes. En realidad es lo que me mueve a ir allí. La lejanía, la libertad y la vida. No puedo hacerlo de otra forma. De alguna manera he conservado el instinto de huida de entonces – o nunca voy a abandonarlo? Voy a ser para siempre una refugiada, aunque en realidad nunca fuera una? No lo se.

En „Viaje en la luz de la luna“ (1937) deja Antal Szerb a su protagonista sentir algo por las calles de Venecia que conozco bien: “cuando él extendía los brazos, podía tocar las paredes de las casas a derecha e izquierda. Las casas silenciosas con las grandes ventanas oscuras, detrás de las cuales, pensó él, se desarrollaba la vida italiana intensiva y llena de misterios.“ -exactamente esa sensación se apodera de mi cuando estoy en América. No importa si en ciudad de Nueva York o en Santiago de Chile. Camino por las calles, miro con fascinación la vida ahí (que naturalmente no es intensivamente italiana, sino intensivamente chilena o neoyorquina o lo que sea en el momento) y admiro. Entonces revolotean de pronto en mi cabeza imágenes y pensamientos. Atraviesan agudos en el centro logístico y con la misma velocidad que el paisaje en un tren de alta velocidad… En el momento estoy siempre confundida, pero también repleta de un consuelo profundo, como raras veces siento en casa. Al menos por un momento me siento llena de optimismo, porque sé que hay un orden al que siempre podre volver, de ser necesario y que la vida al final es simplemente vida.

América fue durante mucho tiempo mi luz en el otro puerto. Brilla todavía y me toca. Es bueno saber que uno puede irse muy lejos y que siempre estará ahí.

Traducción: Rery Maldonado

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http://superdemokraticos.com/es/themen/burger/pointpointpoint/ Thu, 19 Aug 2010 18:27:18 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=936 El tema actual del blog es la pregunta: ¿cuál de los siguientes aspectos define la propia vida: “Trabajo, Familia, Activismo, Co-gestión, Música, Literatura, Formación…”? No sería muy difícil tomar las propuestas, relacionarlas conmigo y llenar el texto con hechos de mi propia biografía. Podría escribir que contemplo mi deber político como ayudar un poquito, lo justo como para no alisar la capa de silencio que está cubriendo en los últimos años la nueva dictadura alemana, sino levantarla ligeramente de vez en cuando. Podría remitir a mis textos y apariciones públicas, que muestran mi esfuerzo de hallar palabras claras para definir el rígido régimen comunista al que estábamos expuestos, y nunca hacerlo como si aquello que ocurrió en Europa del Este desde 1945 fuera sólo un desafortunado y finalmente inofensivo intento de mejorar el mundo, el cual simplemente debería pasarse por alto.

Podría escribir que lo más importante de mi vida son mi familia y mis amigos, porque nada más tiene sólo ese significado, el querer a otras personas y ser querida por ellos (en todas las facetas que un corazón humano puede entregarse).

Podría contar la historia de la beca de estudios que le financio a una joven vietnamita, o por qué era importante para mí eliminar una cortapisa, aunque no tenga la menor idea de cómo voy a pagar el año que viene mi alquiler.

Podría aclarar que considero la formación como un privilegio precioso que uno debe valorar y no despreciar desconsideradamente, porque, como siempre decía mi abuela, es la única posesión del hombre que nadie puede quitarte.

Podría hablar sobre la fortaleza de la literatura, y sobre cuánta esperanza cabe en una historia.

Todas estas respuestas me superarían, y serían con toda probabilidad justo lo que se esperaría de una autora parcialmente establecida como tal. Sin embargo, la verdad es que estas cosas son con toda certeza parte de mi vida, lo que mejor define mi vida del abanico “Trabajo, Familia, Activismo, Co-gestión, Música, Literatura, Formación…” son precisamente los puntos suspensivos al final de la frase.

Desde que vivo de la escritura, evito contarle a desconocidos cuál es mi profesión. Soy absolutamente vanidosa en lo que se refiere a mis creaciones y me puede escocer mucho que alguien no valore mis libros, pero no lo hago por esto. Es más bien por la sonrisa soñadora y romántica que suelen mostrar los demás cuando oyen que soy escritora. Algunos apoyan incluso la barbilla en su mano y suspiran admirados. Estoy cansada de aclararles lo plúmbeo que realmente resulta escribir. Que es solitario, agotador y obsesivo. Que la mayor parte del tiempo uno no está inspirado ni con ganas de ponerse ante el teclado, sino rodeado de dudas: sobre la disciplina, sobre la estructura, sobre el sentido. Pero sobre todo, sobre el valor. El valor de no catalogar las ideas propias como estupideces y ni paralelizar hacia nosotros mismos. El valor de encontrar la confianza en lo que uno hace, de evitar cada día la automutilación, de no entregarse sin resistencia a la procrastinación; todo esto tiene poco que ver con la diversión o el placer. Es un trabajo duro. Quizá el verdadero trabajo de un escritor.

Esta lucha contra las dudas, las debilidades y los miedos, es lo que verdaderamente define mi vida. A menudo es inaguantable. Esperar otra cosa sería falso.

Pero eso no puede contarlo nadie…

Traducción:

Ralph del Valle

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Sólo una diferencia http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/nur-ein-unterschied/ http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/nur-ein-unterschied/#comments Mon, 09 Aug 2010 14:50:26 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=578 “Eso no debería hacerlo una mujer” es una frase que me dirigieron por primera vez a la edad de 21 años. Vino de un vecino italiano que intentaba evitar mis entradas y salidas nocturnas. Por aquel tiempo, el estado en el que me crié ya había desaparecido hace mucho de los mapas, y mi permeabilidad a cuestiones del tipo “no puedes hacer eso” era prácticamente nula. El pretencioso intento de educación de Francesco me hizo sacudir la cabeza, espantada. Qué tristemente retrógrado debe ser alguien que en la Europa de finales del siglo veinte todavía no maneje un único código de conducta para hombres y mujeres… Eso, a día de hoy, todavía me irrita.

En la RDA todo salió mal, pero una cosa sí funcionaba: la igualdad de la mujer. Bien es verdad que no fue la consecuencia de que los maridos asumieran las tareas de casa o el cuidado de los niños (no se llegó tan lejos), pero las mujeres no tenían por qué permitir que nadie les dijera, sólo por su sexo, qué debían hacer o dejar de hacer. Era una de las pocas limitaciones que no existían en la RDA. Las mujeres de mi generación eran las hijas de unas mujeres que aprendieron ya en su tiempo que una mujer obviamente decide autárquicamente sobre su sexualidad y su cuerpo; que los cromosomas no tenían ningún poder decisión sobre los conocimientos técnicos especializados, y que la diferencia entre mujer y hombre sólo es una diferencia: no un distintivo de calidad. Esta certeza me la llevé conmigo y con mi nueva vida a la sociedad occidental, cuya moral sexual operaba bajo reglas de juego totalmente opuestas. Siendo sincera, ese fue el mayor shock imaginable.

Necesité un tiempo para comprender que el reparto clásico y burgués de roles que hace a la mujer prodigio de la cocina y objeto de lujuria sin opinión, va acompañado de otra discriminación: aquella que establece al hombre como único sustento económico de la familia. La presión que subyace en esta responsabilidad no es menor, ni mucho menos. A un hombre se le imponen unas exigencias totalmente distintas, se le califica como fracasado mucho más rápido y desde luego no lo tiene más fácil. Simplemente, tiene unos problemas distintos a los de la mujer. En realidad, ahí lo volvemos a tener: una diferencia, no un distintivo de calidad. Para mí, hoy, en Centroeuropa, no encuentro ninguna ventaja y ninguna razón para querer ser otra persona distinta a quien soy. De todos modos, la vida sigue siendo una lucha. No importa en qué frente.

Traducción: Ralph del Valle

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¡Claro que es crema antiarrugas! http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/naturlich-ist-das-faltencreme/ http://superdemokraticos.com/es/themen/koerper/naturlich-ist-das-faltencreme/#comments Thu, 22 Jul 2010 10:00:52 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=496 Me acuerdo muy bien de cuándo tuve por primera vez la sensación de envejecer. No me refiero a evolucionar con los años, sino de hecho envejecer corporalmente. Notar que todo va ya cuesta abajo, que me acerco a mi fecha de caducidad.

La señal aterradora vino de una esteticista, quien tras la sesión me extendió una crema desconocida y fresca en el contorno de los ojos.

“Por favor, ¡dígame que eso no es crema antiarrugas!”, supliqué alarmada.
“Claro que es crema antiarrugas”, respondió, insensible.

Eso fue poco antes de mi 30º cumpleaños, prácticamente hace 9 años. Desde entonces se multiplican los consejos.

La escritora alemana Elke Heidenreich dijo en una entrevista que ella tenía una percepción de sí misma más hermosa de la que tenía realmente. Cuando lo leí, yo era una estudiante y no comprendí en absoluto de qué hablaba. Hoy lo sé a conciencia. Vivo desde hace 30 años en la misma zona de Berlín, y conozco a mucha gente de mi barrio. Figurantes de mi vida sin nombre y de total confianza: mudos me acompañan en el tiempo como yo a ellos. Desde la distancia observo en ellos el mismo proceso de descomposición. Detecto cómo adelgazan, engordan, cómo cambian de pareja, tienen niños, suspendidos en alcohol, cómo se encorvan. Veo cómo les ralea el pelo, o encanece, o ambos.

Cada vez que nos cruzamos en la calle, mis vecinos parecen un poco más marchitos. Sólo yo veo en el espejo, impertérrita, a la misma mujer joven de tersas mejillas que me devuelve la mirada, cuando tenía 20 años. Sé que en este tiempo he superado el ecuador de mi vida (contando clásica y literariamente según la Biblia [Salmo 90, versículo 10, Dante Alighieri [La Divina Comedia, 1er Canto, 1er verso], etc.), lo cual no significa que lo pueda ver en mí…

Da lo mismo, básicamente la diferencia entre ilusión y realidad no importa. A su edad uno debería estar así o así. Y para quien disponga de suficiente dinero como para que le fijen trozos flojos de cara detrás de las orejas como una camisa de fuerza, tampoco cambiará nada. Uno se hace verdaderamente viejo por dentro.

¡Afortunadamente! Si se obvian los manifiestos problemas y molestias con el tejido conjuntivo, me tomo el envejecimiento, lo digo con sinceridad, tanto antes como ahora, como un motivo de gran alegría. Abstrayéndonos del detalle de que de ninguna manera uno es tan viejo como se siente (de lo cual me alegro sobretodo después de noches complicadas), cada año de mi vida me ha deparado un poco más de seguridad. Las crisis han afectado en gran medida a mi existencia; no se puede hablar en cambio de una crisis de la mediana edad (haciendo cuentas según lo indicado anteriormente).

Al contrario: para mí, las cosas son cada vez más sencillas desde que dejé lentamente atrás los treinta. No necesariamente en lo económico, desde luego no en la salud, pero sí conmigo misma. La orientación en el laberinto de la existencia me resulta mucho más fácil, mi vida interior más comprensible y con ello, las dudas, menores. Así pues, cuando tras reflexionarlo mucho no encuentro una respuesta para todas las preguntas, tengo al menos la certeza de que no será el fin del mundo… Ese par de arrugas bien lo acepto.

No quiero volver a tener 17 años. ¿Para qué?

Traducción:
Ralph del Valle

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Historia e historias http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/geschichte-und-geschichten/ http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/geschichte-und-geschichten/#comments Wed, 07 Jul 2010 14:03:01 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=431 A la vista está: para mí son más importantes las historias que la Historia, de lo contrario sería historiadora y no escritora, aunque la Historia juegue siempre un papel decisivo. Quiera uno o no. También en la escritura.

La Literatura no existiría sin el idioma y el alfabeto tradicionales, siendo ambos la prueba de cómo vivimos del y con el pasado. Tampoco la propia narración de historias es tan diferente de las relaciones históricas y de tomar conciencia de las mismas: el autor debe descubrir finalmente cuál es el núcleo de los sucesos, qué ha movido a los protagonistas, por qué se comportan como se han comportado, para, al final, poder trazar la red de relaciones con estos filamentos.

Por supuesto la circunstancia más sencilla y clara es esta: la Historia da forma a la humanidad. Mucho antes de nacer nosotros. Sólo soy la persona, y también la autora, que soy, porque la Historia de mi país ha tenido una brutal influencia en el destino de mi familia, y con ello, sobre mi propia vida. En la II Guerra Mundial mi abuela, siendo una joven, perdió todo lo que hasta entonces parecía evidente: su patria, su casa familiar, a casi todos los parientes, los amigos, los lugares de su niñez, su dialecto. Mi abuelo, que provocó un pequeño escándalo en su pueblo natal (indemne por completo a la guerra) al casarse con una joven fugitiva de fuera, murió en 1967 a los 42 años en circunstancias todavía sin aclarar en una prisión de la Stasi. Ni mi madre, que entonces apenas era una cría, ni mi abuela han podido nunca digerir esta pérdida. Mi propia niñez estaba esencialmente marcada por la vigilancia, y el deseo de libertad. El que yo pudiera ir a una escuela de buen nivel debo agradecérselo al compromiso de una valiente mujer.

Obviamente, estas cosas me han marcado. Y a través de mí, a mis historias. Ninguno de nosotros se cae simplemente del mundo, ni llega a él. La indisoluble conexión entre el presente y el pasado forma en nuestro ser un espacio en cuyo interior nos movemos durante toda una vida y de la que no podemos escaparnos. Se entiende el Hoy sólo si se observa de forma conjunta con el Ayer. Nos guste o no.

Traducción:
Ralph del Valle

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Ni idea no es una excusa http://superdemokraticos.com/es/themen/geschichte/keine-ahnung-ist-keine-ausrede/ Wed, 23 Jun 2010 10:34:20 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=323 No es fácil para mí dar una respuesta clara a la pregunta “¿Qué has aprendido sobre la historia de tu país?”, porque el país que es el mío y cuya lengua hablo, no ha sido siempre mi país. Mis primeros 18 años de vida los pasé en un estado en el que prácticamente se empleaban las mismas palabras y reglas gramaticales que en el otro estado (en el que hoy vivo), donde definitivamente la lengua vernácula era otra…

La República Democrática Alemana en la que crecí bailaba en el círculo de las dictaduras comunistas del Este y Centroeuropa que se establecieron tras las Segunda Guerra Mundial. Porque en ellas y hasta el final uno siempre tenía un gran problema con comportarse con naturalidad, siendo imposible por ello salir de una obligación histórico-política de dar explicaciones, empezaron con el lavado de cerebro ya desde el colegio. Por si acaso. No les tocó de cerca a los que se dedicaban a las ciencias naturales, razón de más para afectar a los ámbitos intelectuales. Sobre todo, la enseñanza de la Historia, cuyos temas y melodías siempre los dictan aquellos que tienen el poder. En el caso de la RDA se forzaban los acontecimientos relevantes (si es que acaso los había) de forma concienzuda para que encajaran en la lucha política de clases, lo que al final no podía significar otra cosa que la Dictadura del Proletariado, y con ella, el Triunfo del Comunismo. Que ese rígido sistema que nos rodeaba no iba a ser una cima en la Historia de la Humanidad, se daba cuenta cualquiera.

Quien a pesar de esto no empezaba a cuestionarse las tesis oficiales, podía acabar rápidamente en una confusión intelectual como la de un estudiante de Filosofía de la RDA sobre el que hablo en mi segundo libro. En la primavera de 1989, a la pregunta de por qué tenía a Platón por un filósofo idealista, respondió con total sinceridad y sin ironía alguna: “¡Porque Platón no reconoció el papel dirigente de la clase trabajadora!” Lo cual, en realidad, no se puede negar. Por supuesto que Platón no reconoció el papel dirigente de la clase trabajadora: también menospreció por completo el peligro de idiotización a través de la televisión. Y la influencia negativa de la contaminación electrónica en las flores de Bach.

Yo tuve más suerte que este joven digno de lástima. En mi familia se valoraba especialmente el no aceptar fácilmente lo que se nos trataba de hacer creer, sino que cada uno se formara su propia opinión, y eso sólo tras haberse tomado el tiempo de reflexionar sobre ello. Una sabiduría parental que entonces y ahora les agradezco de todo corazón. Por ello mantengo hasta hoy en día un cierto escepticismo ante declaraciones oficiales y dogmas, y tiene sentido preguntarse si vivimos en una democracia. Las acontecimientos y sus causas tienen siempre dos (o más) lados y uno no es capaz de ver el conjunto si sólo mira en una dirección. Esto afecta a la Historia tanto como a la Política, el Amor o incluso a la Vida.

Lo hermoso de la libertad: uno puede instruirse sobre cualquier tema, ilustrarse, informarse. Nadie tiene ninguna necesidad de meter ilícitamente en la misma olla a Platón y a la clase trabajadora. Y si lo hace, será su culpa. La época de las excusas ha pasado ya, al menos en Alemania. El cabaretista Dieter Nuhr, inteligente y ácido a partes iguales, lo ha resumido muy certeramente: “Si no tienes ni idea, ¡al menos cállate la boca!” O infórmate. Ya no está prohibido.


Traducción:
Ralph del Valle

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La RDA no ha desaparecido del todo en mí http://superdemokraticos.com/es/poetologie/die-ddr-in-mir-ist-nicht-einfach-verschwunden/ http://superdemokraticos.com/es/poetologie/die-ddr-in-mir-ist-nicht-einfach-verschwunden/#comments Sat, 12 Jun 2010 07:00:12 +0000 http://superdemokraticos.com/?p=175 Nací en Stralsund, en la costa del Mar del Norte, en 1971 y crecí los siguientes años en la isla de Rügen, en Brandeburgo y desde 1982, en Berlín, donde todavía vivo desde entonces. Tras mis estudios en Filología Alemana y Clásica, trabajé durante algunos años como escritora y redactora televisiva, decidiendo tras 2001 abandonar el colorido circo de tomar declaraciones y ceder a mi verdadera pasión, la escritura. En 2003 se publicó mi primer libro, un conjunto de relatos, en la editorial S. Fischer de Frankfurt: “Mi libre juventud alemana”; le siguió también en la misma editorial mi segundo libro, también un amplio conjunto de historias altamente autobiográficas y ensayos con motivo del 20º aniversario de la caída del Muro, “Construcción Este: en el camino entre Zinnowitz y Zwickau”. Ambos libros hablaban de la democracia, la dictadura, la libertad, los valores: al menos, así lo vio la prensa. Yo más bien diría que eran historias cortas sobre lo que era crecer en una dictadura y la vida de después, y también de lo que queda de todo aquello y cómo se esquiva después. Porque no vivimos en una película de Hollywood: lo que la RDA le ha hecho a las personas sigue estando ahí, como antes. En mi primer libro escribí “la RDA no ha desaparecido del todo en mí sólo porque el país ya no exista”.

Sin embargo, no me considero una autora política, sino alguien situado en la primera fila de los contadores de historias. Cuando hablo de los oscuros tiempos de la dictadura, no puedo simplemente dejar de lado el trasfondo político de los acontecimientos. No sería justo. Especialmente porque muchas de mis historias proceden del ámbito de los derechos civiles, como se les llama hoy en día, en los que me crié, en los que nunca tuve la oportunidad de desarrollar una visión romántica de la relación con el socialismo real en el que vivía. Por eso mismo hoy en día soy una vehemente defensora de la democracia: sé bien lo que es no poder disfrutarla.

Exactamente esta experiencia es lo que me relaciona con Sudamérica. La dictadura, el eco del régimen en el país, la relación con la culpabilidad y la responsabilidad, el borrón y cuenta nueva que supone la vida en libertad. Y en especial tengo una relación profunda con Chile, porque allí viven muchos amigos íntimos míos.

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